Al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. y sus discípulos preguntaron: Maestro, qué pecados son la causa de qué éste haya nacido ciego, ¿los suyos o los de sus padres? (Jn. Cap. IX)
Lo extraordinario y admirable que hizo nuestro Señor Jesucristo son tanto obras como palabras: obras, porque fueron hechas; palabras, porque son signos. Si, pues, pensamos en qué significa esto que se hizo, ese ciego es el género humano, pues esta ceguera aconteció en el primer hombre mediante el pecado del que todos hemos tomado origen no sólo de muerte, sino también de iniquidad.
En efecto, si ceguera es la incredulidad e iluminación la fe, cuando vino Cristo, ¿a quién encontró creyente, siendo así que el Apóstol, nacido en la nación de los profetas, dice: Otrora también nosotros fuimos por naturaleza hijos de ira, como los demás? Si hijos de ira, hijos de venganza, hijos de castigo, hijos del quemadero.
¿Cómo por naturaleza, sino porque, tras pecar el primer hombre, el vicio se constituyó como en una segunda naturaleza? Si el pecado fue como una segunda naturaleza, todo hombre ha nacido ciego según el espíritu ya que, si ve, no necesita guía; si necesita guía e iluminador es, pues, ciego de nacimiento.
Vino el Señor; ¿qué hizo? Ha hecho valer un gran misterio. Escupió en tierra, de su saliva hizo barro porque la Palabra se hizo carne, y untó los ojos del ciego. Estaba untado, mas no veía aún. Lo envió a la piscina que se llama Siloé.
Pues bien, incumbió al evangelista confiarnos el nombre de esta piscina y aseveró: lo cual se traduce «Enviado». Ya sabéis quién ha sido enviado; por cierto, si él no hubiera sido enviado, ninguno de nosotros habría sido de la maldad liberado. Se lavó, pues, los ojos en la piscina que se traduce «Enviado»: fue bautizado en Cristo.San Agustín, tratado 44 sobre san Juan.
"Ni este ha pecado ni sus padres, sino para que las obras del poder de Dios se manifiesten en él."