"De hecho, los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios, ni innovadores, son tradicionalistas" (Papa san Pío X)

Para contactarme, dejo visible la dirección de mi correo electrónico para que, con la mayor reserva de nombres, podamos contestar en la medida de nuestras posibilidades lo que plantee cada uno, dudas, consultas, etc. Así vamos construyendo el blog entre todos: elcentuplo777@gmail.com
Mostrando entradas con la etiqueta Homilía. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Homilía. Mostrar todas las entradas

domingo, 28 de abril de 2019

Domínica in Albis

"En aquél tiempo: En aquél día, el primero de la semana, siendo ya tarde, y estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban reunidos los discípulos por miedo de los Judíos, vino Jesús, y apareciéndose en medio de ellos, les dirigió estas palabras: "La paz sea con vosotros". Y lo que sigue. (Del Evangelio según san Juan Cap. XX, 19-31). 


- Homilía 26 sobre los Evangelios de san Gregorio, Papa:

I
La primera cuestión que se ofrece a nuestra mente cuando oímos la lectura del Evangelio de este día, es la siguiente: ¿de qué modo fue un verdadero cuerpo del Señor después de la resurrección, y como pudo presentarse a los discípulos estando las puertas cerradas? A esto debemos responder que si las obras divinas se comprendieran con la razón, no serían admirables, ni la fe tendría merito si la razón explicase el misterio. Estas obras de nuestro Redentor, que son completamente incomprensibles, las hemos de comparar con otras que realizo en otras circunstancias, a fin de aumentar nuestra fe en estas cosas admirables, con la consideración de otras mucho más maravillosas. Tengamos presente, que aquel cuerpo del Señor que se presentó a sus discípulos estando las puertas cerradas, es el mismo que en su natividad vino al mundo sin abril el seno de la Virgen. Por lo mismo ¿Qué tiene de admirable que entrase estando las puertas cerradas, el que después de su resurrección había de reinar eternamente, si viniendo para morir salió del seno cerrado de la Virgen?

II
Mas porque la fe de los que le miraban dudaba de aquel cuerpo que contemplaban, les mostró al instante las manos y el costado, les ofreció, para que la tocaran, aquella carne que entró estando las puertas cerradas. Con lo cual, les dio prueba de dos cosas admirables, y que parecen contrarias a la humana razón, a saber; que siendo su cuerpo después de la resurrección incorruptible, con todo se podía palpar, siendo así que todo lo palpable está sujeto a corrupción, y no es palpable lo que no se corrompe. Y no obstante, de una manera admirable e inestimable, nuestro Redentor después de su resurrección mostró su cuerpo incorruptible y palpable. Lo cual realizó, a fin de que mostrándolo incorruptible nos invitara al premio, y ofreciéndolo palpable nos confirmase en la fe. Así pues, lo mostró incorruptible y palpable, para enseñarnos que verdaderamente su cuerpo después de la resurrección era de la misma naturaleza que antes, pero con una gloria mucho mayor.

III
Y les dijo: “La paz sea con vosotros. Así como me envió mi Padre, así yo os envío a vosotros”. Esto es, así como mi Padre Dios me envío a mí que soy Dios; así yo Hombre, os envió a vosotros hombres. El Padre envió al Hijo, aquel mismo que quiso se encarnase para la redención del linaje humano. Quiso que se encarnase para padecer, y con todo amaba a aquel Hijo que quiso sufriese la pasión. Así también el Señor envió a los Apóstoles, no a los goces del mundo, sino a lo mismo que él fue enviado, es decir a la pasión y a los sufrimientos. Por lo mismo, así como el Hijo amado por el Padre es enviado a los sufrimientos, así los discípulos son amados por el Señor, y con todo son enviados al mundo para padecer. Por lo cual dice con toda verdad; “Así como me envió el Padre, así yo os envío” Es decir, que al enviaros en medio de los escándalos de los perseguidores, os amo con aquella caridad con la cual me ama el Padre, quien me envió para los sufrimientos de la pasión.


miércoles, 24 de abril de 2019

El que quiera entender apresúrese a cumplir

“En aquel tiempo: Dos de los discípulos de Jesús iban el mismo día a una aldea que distaba de Jerusalén sesenta estadios, llamada Emaús…”  Del Evangelio según san Lucas (Lc.  Cap. 24, 13-35)


Homilía 23 sobre los Evangelios de san Gregorio, Papa:

I
Habéis oído hermanos carísimos, que se apareció el Señor a dos de sus discípulos que iban por el camino, no creyendo en él precisamente pero con todo hablando de él. Mas no se les manifestó de manera que pudiesen conocerle. Obró, por lo tanto, exteriormente el Señor respecto de los ojos corporales de ellos, conforme a lo que pasaba interiormente en ellos según los ojos del corazón. Porque ellos en su interior amaban y a la vez dudaban, y el Señor también en lo exterior por una parte les estaba presente, y por otra no mostraba quien era. Otorgó por consiguiente su presencia a los que de él hablaban pero ocultó a los que de él dudaban la figura que podía hacerles reconocer. 

II
En verdad les dirigió la palabra, les reprendió su dureza de entendimiento, les descubrió los misterios de las Sagradas Escrituras que a él se referían. Mas, como todavía en lo interior de sus corazones le era extraño con respecto a su fe, fingió ir más lejos. Empleamos la palabra fingir (fíngere) en el sentido de componer, dar forma, y en este sentido llamamos fíguli a los que dan forma a la arcilla. Nada, por lo mismo, hizo con doblez el que es pura verdad, sino que se presentó a sus ojos corporales, tal como estaba en su alma. Convenía por tanto, probarlos por si podían amarlo al menos como extraño, los que como a Dios no le amaban todavía. 

III
Pero como no podían ser extraños a la caridad los hombres que con la Verdad caminaba, le ofrecen hospitalidad. Mas ¿por qué decimos que le ofrecen, si escrito está allí que le obligaron? De este ejemplo podemos deducir que los peregrinos no sólo han de ser invitados a recibir hospitalidad sino que deben ser obligados por nuestra insistencia. Ponen, pues, la mesa, presentan pan y manjares, y en el partir el pan conocen a Dios a quien en la explicación de las Sagradas Escrituras no habían conocido. Al escuchar, por lo tanto, los preceptos de Dios, no fueron iluminados, pero sí lo fueron al cumplirlos, porque escrito está: “No son justos delante de Dios los oyentes de la ley, sino que serán justificados los que la observaren”. Por tanto, todo el que quiera entender lo que ha oído, apresúrese a poner por obra todo lo que ya ha podido oír.  He aquí que el Señor no es conocido mientras habla, y se digna ser reconocido cuando le sustentan. 

sábado, 20 de abril de 2019

Pascua

El diácono canta el Exsultet
“Oh noche verdaderamente venturosa, la única que mereció saber el tiempo y la hora en que Cristo resucitó del sepulcro… La santidad, pues, de esta noche, ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los pecadores y la alegría a los tristes. Ahuyenta los odios, prepara la concordia y somete al yugo de Dios a los imperios” (Exsultet)
* * * * *
Lección del santo Evangelio según san Marcos (Cap. 16 vs 1-7)

En aquel tiempo, María Magdalena, y María Madre de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y lo que sigue. 
Homilía de san Gregorio, Papa
Homilía 21 sobre los Evangelios 
 I
Habéis oído, hermanos carísimos, que las santas mujeres, que habían seguido al Señor, fueron con aromas al sepulcro, y que, al que habían amado vivo, con su celo lleno de humanidad, le tributaban obsequios aún después de muerto. Mas lo hecho por ellas indica algo de lo que en la Santa Iglesia debe hacerse. Así, pues, es necesario que oigamos lo que se hizo, a fin de pensar en lo que, a imitación de lo que hicieron ellas, nos toca hacer a nosotros.  Nosotros, pues, que creemos también en aquel que murió, iremos en verdad a su sepulcro con aromas, si buscamos al Señor llenos de fragancia de virtudes y de fama de buenas obras. Ven a los Ángeles aquellas mujeres que fueron con aromas, porque solo perciben a los ciudadanos del cielo los ojos de aquellas almas, que exhalando olor de virtudes, se encaminaban al Señor por medio de santos deseos. 
 *

R – Un ángel del Señor bajo del cielo y llegándose removió la piedra y sentóse encima, y dijo a las mujeres: no temáis, pues sé que buscáis al crucificado; resucitó ya; venid y ved el lugar donde estaba colocado el Señor; aleluya. V – Y entrando en el sepulcro vieron a un mancebo sentado a la derecha, sentado a la derecha, vestido de blanca túnica, y quedaron atónitas, y él les dijo: no temáis. Gloria al Padre…  Un ángel del Señor bajo del cielo y llegándose removió la piedra y sentóse encima y dijo a las mujeres: no temáis, pues se que buscáis al crucificado, resucitó ya; venid y ved el lugar donde estaba colocado el Señor.  
II
Debemos empero notar por que el ángel deja verse sentado a la derecha; púes ¿Qué indica la izquierda sino la presente vida, y por la derecha que se entiende sino la vida eterna? Por esto se halla escrito en el Cantar de los Cantares: Su mano izquierda está debajo de mi cabeza, y con la diestra me abrazará. Como nuestro Redentor había ya salido de la corrupción de la vida presente, por esto el ángel que había venido a anunciar su perpetua vida estaba sentado a la derecha. Y  apareció vestido de blanca túnica, porque anuncio el júbilo de nuestra festividad; pues la blancura del vestido denota el esplendor de nuestra solemnidad. ¿Nuestra diremos o suya? Ahora bien, para expresarnos con más exactitud, digamos suya y nuestra; porque festividad nuestra fue la resurrección de nuestro Redentor por habernos restituido a la inmortalidad, y festividad fue de los ángeles, pues llamándonos a las celestes sedes completó el número de ellos. 
 *

R- Transcurrido el sábado, María Magdalena, y María madre de Santiago y Salomé, compraron aromas. Para ir a embalsamar a Jesús, aleluya, aleluya. V- Y saliendo muy temprano el primer día de la semana, llegan al sepulcro salido ya el sol. Para… Gloria al Padre… Para…  
III
En su festividad y nuestra aparecióse, pues, el Ángel con blancas vestiduras, porque la resurrección del Señor, al paso que nos abre de nuevo el camino a las alturas, repara las pérdidas de la patria celestial. Oigamos empero lo que dice a las mujeres que llegan: “No temáis”; como si les dijera: teman aquellos que no se complacen en la visita de los ciudadanos del cielo; espántense los que oprimidos de deseos carnales desesperan de poder llegar a hacerles compañía; pero ¿por qué teméis vosotras que veis a vuestros conciudadanos? Por lo cual san Mateo al describir la aparición del Ángel dice; “Era su semblante como el relámpago, y sus vestiduras como la nieve”; ahora bien, en el relámpago se representa el terror, y en la nieve la suavidad de la blancura. 
Te Deum laudamus…
* * * * *

Prefacio Pascual cantado por Pío XII



Vere dignum et iustum est, æquum et salutare: Te quidem, Domine, omni tempore, sed in hoc potissimum die gloriosius prædicare, cum Pascha nostrum immolatus est Christus. 
Ipse enim verus est Agnus, qui abstulit peccata mundi. Qui mortem nostram moriendo destruxit et vitam resurgendo reparavit.
Et ideo cum Angelis et Archangelis, cum Thronis et Dominationibus, cumque omni militia cælestis exercitus, hymnum gloriae tuæ canimus, sine fine dicentes.

* * * * *

¡SANTA Y FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN PARA TODOS!


jueves, 18 de abril de 2019

Jueves Santo

San Agustín
Del tratado de san Agustín sobre el salmo 54:

1 - Escucha, oh Dios, mi oración, y no desprecies mi súplica; hazme caso y escúchame. Palabras son estas de quien está preocupado y afanoso en medio del sufrimiento. Su oración está llena de dolor, anhelando ser librado del mal; nos falta saber en qué mal se encuentra; y cuando empiece a decirlo, reconozcámonos también nosotros ahí, y así, participando de su tribulación, unámonos en la oración. Estoy entristecido en mi prueba y estoy turbado. ¿Por qué entristecido, por qué turbado? Por mi prueba, dice. Va a referirse a los hombres malvados que soporta, y llama prueba a los padecimientos causados por esos hombres. No penséis que no tiene sentido la presencia de los malos en este mundo, y que Dios no se sirve de ellos para ningún bien. Todo hombre malvado, o vive para que se corrija, o vive para que el bueno sea probado por medio de él. Ojalá que los que ahora nos están probando, se conviertan, y a nosotros nos prueben; ahora bien, mientras a nosotros nos están probando, no se nos ocurra odiarlos; porque no sabemos quién de ellos va a perseverar en su maldad hasta el final, y con frecuencia, cuando te parece que has odiado a un enemigo, no caes en la cuenta de que, a quien odias es a un hermano. Las santas Escrituras nos dicen que el diablo y sus ángeles están destinados al fuego eterno. Sólo de ellos hay que perder la esperanza de corrección; contra ellos sostenemos una lucha secreta, y para esa lucha nos proporciona las armas el Apóstol, cuando dice: Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, es decir, contra los hombres que estáis viendo, sino contra los príncipes, las potestades, y los dirigentes de este mundo de 
tinieblas. Y para que no creyéramos que al decir el mundo, quizá entendiéramos que los demonios son los que gobiernan el cielo y la tierra, dijo este mundo de tinieblas. Por mundo dio a entender el de los amantes del mundo; por mundo quiso decir el de los impíos y malvados; por mundo quiso decir aquel del que dice el evangelio: Y el mundo no lo conoció. Si el mundo no conoció la luz, puesto que la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron, las mismas tinieblas que no aceptaron la luz presente, reciben el nombre de mundo, y ellos, los demonios, son los rectores de estas tinieblas. Sobre estos rectores tenemos en la Escritura una sentencia taxativa de que no debemos esperar la conversión de ninguno de ellos. En cambio, de las tinieblas como tales, cuyos jefes son ellos, nos queda la duda de si los que eran tinieblas, quizá se conviertan en luz. Así dice el Apóstol a los que ya se han hecho fieles: En otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; en vosotros las tinieblas, en el Señor la luz. Por eso, hermanos, todos los malos, mientras son malos, ejercitan a los buenos. Escuchadlo más brevemente y comprendedlo. Si eres bueno, no tienes más enemigo que el malo. Ahora bien, tienes ya una norma prefijada, de que imites la bondad de tu Padre del cielo, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos. Porque no sólo tú tienes enemigos, como si Dios no los tuviera. Tú tienes como enemigo a alguien que fue creado contigo; pero él tiene a uno creado por él. Nos encontramos, de hecho, con frecuencia en la Escritura que los malvados e injustos son enemigos de Dios; y que los perdona aquel que de nada le puede 
acusar el enemigo, y contra quien todo enemigo peca de ingratitud, ya que de él ha recibido todo el bien que tiene. Y del malo también le sirve como misericordia al prójimo, cualquiera sea el sufrimiento que le aqueja. El sufrimiento le sirve para no ensoberbecerse; el sufrimiento le sirve para que con humildad reconozca al Altísimo. En cambio tú ¿qué le has dado a tu enemigo, que te hace sufrir, y a quien eres incapaz de tolerar? Si Dios tiene como enemigo a quien tanto le ha dado, y hace salir su sol sobre buenos y malos, y derrama la lluvia sobre justos e injustos, tú, que ni puedes hacer salir el sol, ni hacer llover sobre la tierra, ¿no puedes ofrecer ni una sola cosa a tu enemigo, para que puedas tener paz en la tierra, tú, hombre de buena voluntad? Por lo tanto, ya que se te prescribe esta regla de amor: que imitando al Padre ames a tu enemigo, pues él mismo dice: amad a vuestros enemigos ¿cómo te vas a ejercitar en este precepto, si no soportases a ningún enemigo? Ya ves cómo te trae algún beneficio. Y el hecho de que Dios perdona a los malos, te sirva para tener tú misericordia, ya que tú mismo, aunque seas bueno, puede ser que hayas sido antes malo; y si Dios no perdonase a los malos, tampoco tú te presentarías dando gracias. Que perdone, pues, a los demás quien te perdonó también a ti. No, no debes poner barreras en el camino de la misericordia, una vez que tú ya lo has pasado.

* * * * *
2 - ¿Cómo ora el que vive en medio de gente mala, y cuyas enemistades le ponían a prueba? ¿Qué dice? Estoy entristecido en mi prueba y estoy turbado. Al extender su amor hasta sus enemigos, se siente afectado por el hastío, por las enemistades de muchos, rodeado del odio de muchos; y su humana debilidad le hizo sucumbir. Vio que se le comenzaba a insinuar una maligna persuasión diabólica, induciéndole al odio contra los enemigos; y resistiendo al rencor para perfeccionar el mismo amor, en esa pelea, en esa lucha, se siente turbado. Su voz la encontramos también en otro salmo: Mi ojo se turbó por la ira. ¿Qué más sigue? He envejecido entre todos mis enemigos. Como en medio de una tempestad, y del oleaje, había comenzado a sumergirse, igual que Pedro. Porque el que ama a sus enemigos, camina sobre el oleaje de este mundo. Cristo caminaba valientemente sobre el mar: de su corazón no podía apartar en absoluto el amor al enemigo. Colgado en la cruz, decía: Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen. También Pedro quiso andar sobre las aguas. Cristo como cabeza, Pedro como su cuerpo; pues se le había dicho: Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Se le ordenó caminar, y lo hizo por gracia del mandante, no por sus posibilidades. Pero al ver un viento recio, tuvo miedo; y cuando comenzaba a hundirse, se turbó en su prueba. ¿Cuál era ese viento recio? Por la voz del enemigo y los sufrimientos provenientes del pecador. Así que lo mismo que Pedro gritó entre las olas: ¡Sálvame, Señor, que perezco!, la voz de este salmo se anticipó: Escucha, oh Dios, mi oración, y no desprecies mi súplica; hazme caso y escúchame. ¿Cuál es la causa? ¿Qué es lo que sufres? ¿De qué te lamentas? Estoy entristecido en mi prueba. Me colocaste entre los malos para ser probado, pero se levantó una excesiva multitud para mis fuerzas. Tranquiliza al turbado, alarga la mano al que se está sumergiendo: Estoy entristecido en mi prueba y estoy turbado por la voz del enemigo, y por la tribulación de los pecadores, puesto agolparon sobre mí iniquidad y en su ira me ha entenebrecido. Estás oyendo las olas y los vientos: lo ultrajan como a un hombre humillado, y él ora; se ensañan contra él por todas partes con estrepitosos insultos, pero él, en su intimidad, invoca a quien ellos no veían.

* * * * *
3 - Cuando el cristiano debe soportar una situación parecida, no debe arremeter con odio y a la ligera contra el que le hace sufrir, pretendiendo vencer al viento, sino volverse a la oración, para no perder el amor. No hay que tener miedo de lo que pueda hacer el enemigo. ¿Qué podrá hacer? Decirte muchas malas palabras, lanzarte ultrajes, ensañarse con insultos; y eso ¿a ti qué te importa? Estad alegres y contentos —dice Jesús— porque vuestra recompensa será grande en los cielos. En la tierra él amontona injurias, tú acumula tesoros en el cielo. Bien; que se ensañe más; podrá, sí, hacer algo peor; ¿quién va a estar más seguro que tú, a quien se dice: No temáis a los que matan el cuerpo, pero el alma no la pueden matar? ¿Qué será, pues, lo que hay que temer, cuando soportas al enemigo? Que se te afloje el amor con que amas al enemigo. En realidad ese enemigo, de carne y sangre, lo que
busca en ti es lo que ve. Pero hay otro enemigo escondido, el dueño de estas tinieblas, que tú tienes que soportar en la carne y en la sangre, y que va en busca de eso otro oculto que tienes, de arrebatarte tus tesoros interiores, y está tramando devastarlos. Así que pon ante tus ojos a estos dos enemigos; el uno es manifiesto, el otro oculto: el manifiesto es el hombre, el oculto el diablo. Ese hombre es como tú en cuanto a la naturaleza, aunque en cuanto a la fe y al amor, todavía no es como tú, pero podrá llegar a serlo. Al ser dos, a uno obsérvalo, y al otro trata de reconocerlo con la inteligencia; a uno ámalo, con el otro, ten cuidado. Porque el enemigo ese que ves, trata de rebajarte en aquello que él se siente vencido. Por ejemplo, si se siente superado por tus riquezas, quiere empobrecerte; si por tu honor, quiere humillarte; si es por tu valor, pretenderá hacerte débil; en una palabra, él está atento a arruinarte o arrebatarte aquello en lo que le aventajas. Y así mismo el enemigo oculto lo que quiere es privarte de aquello en que se siente vencido. Pues como hombre superarás al hombre en lo que te hace feliz; en cambio, como vences al diablo es con el amor al enemigo. Y lo mismo que el hombre está tramando quitarte, arrancarte o echar por tierra tu felicidad, en la que se siente superado, también el diablo busca la victoria privándote de aquello en lo que se siente derrotado. De ahí que debes mantener en tu corazón el amor al enemigo, y así vencerás al diablo. Ensáñese el hombre todo lo que le sea posible, que te quite todo lo que puede; si amas al que se ensaña abiertamente, queda vencido el que ocultamente se ensaña.

martes, 16 de abril de 2019

El Amor a Dios (Martes Santo)

De un sermón de san Bernardo de Claraval (Var 29):

No améis al mundo ni lo que hay en él. Si alguno ama el mundo, el amor del Padre no esta en él. Porque todo lo que hay en el mundo, las pasiones carnales, el ansia de las cosas y la arrogancia, no provienen del Padre sino del mundo (1 Jn. 2,15-16). Así, pues, ¿existe algo que proceda del Padre y pueda suplir estas otras cosas? Sin duda alguna, y mucho más dulce y digno de amar que aquello otro. Pero no se debe confiar a los siervos y menos aun a los enemigos, porque ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad de Dios? El que quiere ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios (Sant. 4,4). Solamente a los amigos se les da esa confianza y se les dice: todo lo que el Padre tiene es mío, por eso os he dicho que recibe de lo mío y os lo anunciará (1 Jn. 16,15).

Dice san Gregorio que el amor es fuente de sabiduría. Así es, existe un triple amor capaz de excluir esas tres cosas que no proceden del Padre. Y a mi parecer, ese es el motivo de que se le pregunte tres veces a Pedro: ¿Me amas, me amas, me amas? Y tal vez esté incluido en aquel precepto de la ley: Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas (Dt. 6,5). Es decir, ámalo con ternura y entrañablemente, ámalo con prudencia, ámalo en gran medida.  El amor del corazón tiene cierta semejanza con el amor carnal, ya que el centro de nuestros impulsos afectivos está en el corazón.  El alma evoca una realidad más elevada, considerada como la sede de la sabiduría. Parece, pues, muy justo que se le pida amar con prudencia a Dios. 

Lo que hemos denominado amor afectivo del corazón fluye, en gran manera, con el recuerdo de la encarnación de Cristo y de todos los misterios de su vida terrena, sobre todo con el de la Pasión. 

domingo, 14 de abril de 2019

Lunes Santo

Seis días antes de la Pascua volvió Jesús a Betania, donde Lázaro había muerto, a quien Jesús resucitó (Del Evangelio del Lunes Santo - Jn. Cap. XII)


Del tratado 50 de san Agustín sobre el Evangelio de san Juan:


Jesús, pues, seis días antes de la Pascua vino a Betania, donde había muerto Lázaro, a quien levantó Jesús. Pues bien, le hicieron allí una cena y Marta servía; Lázaro, en cambio, era uno de los que se habían puesto a la mesa. Para que los hombres no supusiesen que él había sido hecho un fantasma porque, muerto, resucitó, era uno de los recostados; vivía, hablaba, tomaba parte en el festín; la verdad se mostraba, la incredulidad de los judíos era confundida. Se había puesto, pues, a la mesa el Señor con Lázaro y con los demás; servía Marta, una de las hermanas de Lázaro.


En cambio, María, la otra hermana de Lázaro, tomó una libra de perfume de nardo pístico, caro; ungió los pies de Jesús y con sus cabellos enjugó los pies de él, y la casa se llenó con el olor del perfume. Hemos escuchado el hecho; investiguemos el misterio. Tú, cualquiera que quieres ser una persona fiel, con María unge con perfume caro los pies del Señor. Ese perfume fue la justicia; por eso hubo una libra; además era perfume de nardo pístico, caro. Respecto a lo que asevera, pístico, debemos pensar en algún lugar de donde era este perfume caro; sin embargo, este adjetivo no es ocioso y está óptimamente en armonía con un sacramento. Pístis se llama en griego a la fe. Intentabas poner por obra la justicia: El justo vive de fe. Unge tú los pies de Jesús: viviendo bien, ve en pos de las huellas del Señor. Enjúgalos con los cabellos: si tienes cosas superfluas, da a los pobres y has enjugado los pies del Señor, pues los cabellos parecen cosas superfluas del cuerpo. Tienes qué hacer con tus cosas superfluas; para ti son superfluas, pero para los pies del Señor son necesarias. Los pies del Señor pasan quizá necesidad en la tierra. En efecto, ¿de quiénes, sino de sus miembros, va a decir al final: «Cuando lo hicisteis a uno de mis mínimos, a mí lo hicisteis? Habéis gastado vuestras cosas superfluas, pero os habéis dedicado a mis pies».



Pues bien, la casa se llenó del olor, el mundo se ha llenado de la buena fama, porque olor bueno es la buena fama. Quienes viven mal y se llaman cristianos, hacen una injuria a Cristo; de quienes son así está dicho que por su culpa se denuesta el nombre de Dios. Si por culpa de tales individuos se denuesta el nombre de Dios, mediante los buenos se loa el nombre del Señor. Escucha al Apóstol: Somos en todo lugar, afirma, olor bueno del Mesías.


En el monte de los Olivos (Ramos)

Acercándose Jesús a Jerusalén, y llegando a Betfagé al pie del monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos. (Mt. Cap. XXI)

Es digno de atención el hecho de subir al templo después de dejar a los Judíos, aquel Señor que debía habitar en el corazón de los gentiles. El verdadero templo es aquel que el Señor es adorado, no según la letra, sino en espíritu. El templo de Dios es el que está constituido, no por una construcción de piedras, sino por el encadenamiento de las verdades de la fe. El Señor abandona, pues, a los que le odiaban, y escoge a los que debían amarle. Y por eso sube al monte de los Olivos, para plantar con su virtud divina estos noveles retoños de olivos que tienen por madre la Jerusalén espiritual. En este monte está Él mismo, el celeste agricultor, de tal suerte que cuantos se hallan plantados en la casa de Dios, puedan decir verdaderamente: “Yo soy como olivo fructífero que está en la casa del Señor”.

Del libro 9 de S. Ambrosio sobre san Lucas

Sermón 11 de san León, Papa, sobre la Pasión del Señor

He aquí, carísimos, que nos hallamos ya en la festividad de la Pasión del Señor tan deseada por nosotros y tan necesaria a todo el mundo; en medio de los transportes de los goces espirituales que nos comunica, no podemos permanecer en silencio. Y si bien es difícil hablar digna y convenientemente muchas veces sobre una misma solemnidad, con todo, no puede el sacerdote sustraerse al deber de predicar a los pueblos fieles, tratándose de un tan gran misterio de la divina misericordia. 


Siendo la materia en si misma inefable, por lo mismo proporciona recursos para hablar; y nunca puede ser suficiente lo que se diga, porque nunca se agotará el asunto que se trata. Por consiguiente, humíllese la debilidad humana delante de la gloria de Dios, y confiese que es siempre insuficiente para exponer las obras de su misericordia. Esfuércese nuestra inteligencia, permanezca en suspenso nuestro espíritu, y deficiente nuestra expresión. Nos conviene darnos cuenta de lo pequeñas que son ante la realidad nuestras ideas más elevadas acerca de la majestad del Señor. 



Al decir el profeta; “Buscad al Señor, y esforzaos, buscad siempre su rostro”, nadie pretenda haber hallado todo lo que busca; no sea que deje de acercarse a él si deja de encaminarse hacia él. Ahora bien, entre todas las obras de Dios ante las cuales desfallece la admiración humana ¿hay otra que conmueva nuestro espíritu y sea superior a las fuerzas de la inteligencia como la Pasión del Salvador? 



El cual, para librar al linaje humano de la esclavitud de la mortal prevaricación, ocultó la potencia de su majestad al furor del diablo, y no le opuso más que la flaqueza de nuestra debilidad. Si aquel enemigo cruel y soberbio hubiese podido conocer el designio de la misericordia de Dios, ciertamente que habría preferido inspirar sentimientos de mansedumbre en el ánimo de los Judíos que odios injustos, a fin de no perder el dominio de sus esclavos, persiguiendo la libertad de aquel que nada le debía. 



Su malignidad le engañó; infirió al Hijo de Dios un suplicio que había de redundar en remedio de todos los hijos de los hombres. Derramó la sangre inocente que debía ser la reconciliación del mundo y nuestra bebida. El Señor sufrió lo que había elegido según los designios de su voluntad. 



Se puso en manos de sus enfurecidos enemigos, los cuales, al dejarse arrastrar por su propia maldad, se hicieron  servidores del Redentor. Era tanta la ternura de su amor a favor de los mismos que le crucificaban, que estando en la Cruz, suplicaba a su Padre, no que los castigase sino que los perdonase. 


sábado, 13 de abril de 2019

Acechanzas de la perfidia y Omnipotencia del Bien

Los príncipes de los sacerdotes deliberaban quitar también la vida a Lázaro, visto que muchos Judíos, por su causa, se apartaban de ellos, y creían en Jesús (Del Evangelio del Sábado de Pasión Jn. Cap. XII)

Del tratado 50 de san Agustín sobre el Evangelio de san Juan:

Habiendo visto los Judíos a Lázaro resucitado, por lo mismo que un tan grande milagro del Señor, era patente de tal suerte que no podían ocultar ni negarlo que se había realizado, ved lo que maquinaron: “Los príncipes de los sacerdotes pensaron de qué manera darían la muerte a Lázaro”. 

¡Oh necio pensamiento y ciega maldad! Nuestro Señor Jesucristo, que pudo resucitar a un muerto de enfermedad, ¿no podría acaso resucitarle si le diesen la muerte? Al dar la muerte a Lázaro, ¿por ventura quitaríais el poder al Señor? 

Si os parece que no es lo mismo resucitar al que ha muerto que resucitar al que ha sido muerto, he aquí que el señor realizó ambas cosas: resucitó a Lázaro muerto, y a si propio a quien crucificaron. 

viernes, 12 de abril de 2019

Semejanza con Dios

De cómo el alma puede recobrar la semejanza con el esposo



De un sermón de san Bernardo de Claraval  (SCant 83,3-5)

Esta conformidad une al alma con el Verbo, cuando, siéndole ella semejante por su naturaleza, procura semejarse a Él por su voluntad, amándole como por Él es amada. Luego, si le ama perfectamente se desposa con Él. ¿Existe otra cosa más dulce que esta conformidad? ¿Algo más deseable que este amor que , no contentándose el alma con las instrucciones recibidas de los hombres, se acerca animosamente ella misma al Verbo, se adhiera fuertemente a Él, pregunte y consulte familiarmente sobre todas las cosas, de modo que la capacidad de su inteligencia es la medida de la audacia de sus deseos?  

Todo ello constituye un verdadero contrato de matrimonio espiritual y santo. Y aun me quede corto diciendo “contrato”, es abrazo. Abrazo, ciertamente, cuando un mismo querer, un mismo no querer, hace de dos espíritus uno solo. Y no es de temer la disparidad de las personas haga claudicar en algo la conveniencia de voluntades, porque el amor no entiende de respeto: Amor venerantiam nescit, o lo que es lo mismo, amor de amar, no de honrar. Honre, de buena manera, el que sienta horror, el que sienta estupor, el que teme, el que admira; todo eso está de más en el amante. El amor abunda para sí. El amor, cuando viene, traduce y cautiva en sí mismo todos los afectos. Por eso ama lo que ama y no sabe otra cosa.  

Él mismo (el Esposo), que merece ser honrado, excita la sorpresa y la admiración, pero ama más ser amado (…)

El Misterio del Sumo Pontífice, un hombre malo

Los pontífices y fariseos juntaron consejo, y dijeron: ¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos milagros. (Del Evangelio del viernes de Pasión, Jn. Cap. 11)

Del tratado 49 de san Agustín del Evangelio de san Juan:

Los pontífices y los fariseos reunieron el consejo y decían: ¿Qué hacemos? No decían empero «creamos». En efecto, hombres perdidos, más que en cómo mirar por sí para no perecer, pensaban en cómo dañar para destruir; y, sin embargo, temían y, por así decirlo, deliberaban. En efecto, decían: ¿Qué hacemos? Porque este hombre hace muchos signos: si lo dejamos así, todos creerán en él, y vendrán los romanos y aniquilarán el lugar y la nación nuestros. 
Temieron perder lo temporal, mas no pensaron en la vida eterna, y así perdieron una y otra cosa. De hecho, los romanos, tras la pasión y glorificación del Señor, les aniquilaron el lugar y la nación, tomándolo por las armas y trasladándola; y les toca en suerte lo que en otra parte está escrito: En cambio, los hijos de este reino irán a las tinieblas exteriores. Pues bien, porque percibían que la doctrina de Cristo se oponía al templo mismo y a sus leyes patrias, temieron esto: que, si todos creían en Cristo, nadie quedaría para defender contra los romanos la ciudad y el templo de Dios. 
Ahora bien, uno de ellos, Caifás, como fuese pontífice de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada ni pensáis que nos conviene que por el pueblo muera un único hombre, y no perezca la nación entera». Ahora bien, no dijo esto por su propia cuenta, sino que, como fuese sumo pontífice de aquel año, profetizó. Aquí se nos enseña que el espíritu de profecía predice el futuro incluso mediante hombres malos; el evangelista empero atribuye esto a un misterio divino, porque fue pontífice, esto es, sumo sacerdote.

lunes, 8 de abril de 2019

Padre, perdónalos


Cuando el cojo aquel que se sentaba a la puerta se levantó a la voz de Pedro y caminó por su pie, de modo que los hombres se asombraron, Pedro les dijo que hizo eso no con su poder, sino con la fuerza de aquel a quien ellos asesinaron. 


Muchos, compungidos, dijeron: ¿Qué haremos? 

Se vieron, en efecto, ligados por el ingente crimen de impiedad, porque asesinaron a quien debieron venerar y adorar, y supusieron que esto era inexpiable. 

Grande era, en efecto, el delito cuya consideración los hacía desesperar; pero no debían desesperar esos por quienes el Señor, pendiente en la cruz, se dignó orar. 

Había dicho, en efecto: Padre, perdónalos, porque desconocen qué hacen. 

Veía, entre muchos extraños, a algunos suyos; pedía perdón para esos de quienes aún recibía injurias, pues se fijaba no en que moría a manos de ésos mismos, sino en que moría por ésos mismos. 

(San Agustín, del tratado 31 sobre san Juan)

domingo, 7 de abril de 2019

Sermón del Domingo de Pasión


Decía Jesús a las turbas de los Judíos: ¿Quién de vosotros me convencerá de pecado? Pues si yo os digo la verdad, ¿por qué no me creéis? (Jn. Cap. VIII)

Homilía 18 sobre los Evangelios de san Gregorio, Papa

Considerad, hermanos carísimos, la mansedumbre de Dios. Había venido para perdonar los pecados, y decía: “¿Quién de vosotros podrá argüirme de pecado?” No se desdeña de mostrar con razonamientos que él no era pecador, el mismo que por la virtud de su divinidad, podía justificar a los pecadores. 

Pero es muy terrible lo que sigue: “Aquél que es de Dios, escucha las palabras de Dios, y por eso vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios”; sí, pues, aquél que es de Dios oye las palabras de Dios, y no las puede oír todo aquel que no es de Dios, pregúntese cada uno de vosotros si el oído de su corazón percibe las palabras de Dios, y con esto entenderá de dónde sea. 

La Verdad manda que deseemos la patria celestial, que mortifiquemos los deseos de la carne, declinando la gloria del mundo; que no deseemos lo ajeno, y que demos de lo propio. 

Por consiguiente, cada uno de vosotros examine dentro de sí mismo, si esta voz de Dios ha sido atendida por el oído de su corazón, y de esta suerte conocerá que ya es de Dios. Pues hay no pocos que ni se dignan escuchar con los oídos corporales los preceptos de Dios. Y también existen no pocos, que a la verdad, escuchan estos preceptos con los oídos corporales, pero no tienen el menor deseo de practicarlos. 

Y hay también algunos, que reciben con buena voluntad las palabras de Dios, de tal suerte que compungidos derraman lágrimas, mas después de haber llorado sus pasadas iniquidades vuelven a ellas. Estos, a la verdad, no oyen las palabras de Dios, ya que no se dignan ponerlas en obras. Vosotros, carísimos hermanos, considerad vuestra vida, y con profunda atención, temed lo que nos dice la misma Verdad: “Por esto vosotros no oís, porque no sois de Dios”. 

Mas esto que la Verdad dice de los que merecen ser reprobados, lo manifiestan ellos mismos con sus obras. Véase, en efecto, lo que sigue: “Respondieron los Judíos y dijeron: ¿Acaso no decimos bien nosotros que eres samaritano y que tienes el demonio?” Mas, escuchemos lo que responde el Señor, después de haber recibido tan gran injuria: “Yo no tengo el demonio sino que honro a mi Padre, y vosotros me habéis deshonrado”. 

La palabra samaritano significa guardián, y lo es, y lo es, en verdad, aquel a quien el salmista dice: “Si el Señor no guarda la ciudad, en vano velan los que la guardan”; y al cal se dice por Isaías: “Centinela, ¿qué ha habido esta noche? Centinela ¿qué ha habido esta noche?”. He aquí por qué el Señor no quiso responder: no soy Samaritano; sino: Yo no tengo el demonio. Dos cosas le echarán en cara: una la negó, la otra, callando, la confirma. 

Tiempo de Pasión


Sermón 9 de Cuaresma de san León, Papa

No ignoramos, amadísimos, que entre todas las solemnidades cristianas, el misterio pascual es el que ocupa el primer lugar. Para celebrarle digna y convenientemente, nos prepara y dispone, mediante la reforma de nuestras costumbres, nuestra conducta durante todo el resto del año; mas los días presentes nos obligan todavía más a una mayor devoción, puesto que sabemos que están más próximos a aquel en que celebraremos el sublime misterio de la misericordia divina. 

Para estos días, muy razonablemente los santos Apóstoles, inspirados por el Espíritu Santo, instituyeron mayores ayunos, a fin de que estando todos más unidos con la cruz de Cristo, también hagamos algo de lo mucho que por nosotros practicó. Como dice el Apóstol: “Si padecemos con él, también seremos con él glorificados”. Ya que cuantos participan de la pasión de Cristo tienen esperanza cierta en la bienaventuranza que prometió. 

A nadie, amadísimos, se niega la participación en esta gloria, sin que sea obstáculo para ello la condición del tiempo, ya que la tranquilidad y la paz no nos privan de la práctica de la virtud. Ya lo predijo el Apóstol, diciendo: “Todos los que quieren piadosamente en Cristo, sufrirán persecución”. Y por lo mismo jamás faltan las pruebas de la persecución, si no se deja la práctica de la piedad. 

Y a la verdad, el Señor en sus exhortaciones dice: “Quién no toma su cruz y me sigue no es digno de mi”. Ni hay duda que esta palabra va dirigida, no solamente a los discípulos de Cristo, sino a todos los fieles, a toda la Iglesia, la cual en su universalidad escuchaba las condiciones de la salvación en la persona de los que estaban presentes. 

Así como conviene a todo este cuerpo vivir piadosamente, así es propio de todos los tiempos llevar la cruz, y no en vano se aconseja a cada uno que la lleve, ya que cada uno sufre su peso en una forma y según una medida que le son propias. Uno es el nombre de la persecución, pero la causa del combate no es una sola, y generalmente hay más peligro en el enemigo oculto que en el manifiesto. El bienaventurado Job enseñado por la alternativa de los males y bienes de este mundo, decía muy piadosa y verdaderamente: “¿Acaso no es una tentación toda la vida del hombre sobre la tierra?” 

Ya que el alma fiel no solamente sufre los dolores del cuerpo, sino que, aun cuando permanezcan sanos todos los miembros corporales, se ve amenazada por una grave enfermedad si se deja debilitar por los placeres de la carne. Pero, como “la carne tiene deseos contrarios a los del espíritu, y el espíritu a los de la carne” el alma racional, con el auxilio de la cruz de Cristo, no consiente en los deseos culpables al ser tentada, por sentirse como traspasada por los clavos de la continencia y el temor de Dios. 

viernes, 5 de abril de 2019

Los ciegos ven

Al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. y sus discípulos preguntaron: Maestro, qué pecados son la causa de qué éste haya nacido ciego, ¿los suyos o los de sus padres? (Jn. Cap. IX)

Lo extraordinario y admirable que hizo nuestro Señor Jesucristo son tanto obras como palabras: obras, porque fueron hechas; palabras, porque son signos. Si, pues, pensamos en qué significa esto que se hizo, ese ciego es el género humano, pues esta ceguera aconteció en el primer hombre mediante el pecado del que todos hemos tomado origen no sólo de muerte, sino también de iniquidad. 
En efecto, si ceguera es la incredulidad e iluminación la fe, cuando vino Cristo, ¿a quién encontró creyente, siendo así que el Apóstol, nacido en la nación de los profetas, dice: Otrora también nosotros fuimos por naturaleza hijos de ira, como los demás? Si hijos de ira, hijos de venganza, hijos de castigo, hijos del quemadero. 
¿Cómo por naturaleza, sino porque, tras pecar el primer hombre, el vicio se constituyó como en una segunda naturaleza? Si el pecado fue como una segunda naturaleza, todo hombre ha nacido ciego según el espíritu ya que, si ve, no necesita guía; si necesita guía e iluminador es, pues, ciego de nacimiento.
Vino el Señor; ¿qué hizo? Ha hecho valer un gran misterio. Escupió en tierra, de su saliva hizo barro porque la Palabra se hizo carne, y untó los ojos del ciego. Estaba untado, mas no veía aún. Lo envió a la piscina que se llama Siloé. 
Pues bien, incumbió al evangelista confiarnos el nombre de esta piscina y aseveró: lo cual se traduce «Enviado». Ya sabéis quién ha sido enviado; por cierto, si él no hubiera sido enviado, ninguno de nosotros habría sido de la maldad liberado. Se lavó, pues, los ojos en la piscina que se traduce «Enviado»: fue bautizado en Cristo. 
San Agustín, tratado 44 sobre san Juan.

"Ni este ha pecado ni sus padres, sino para que las obras del poder de Dios se manifiesten en él."

domingo, 31 de marzo de 2019

Si tu hermano pecare contra ti...

Si tu hermano pecare contra ti, ve y corrígele estando a solas con él” (Mt. Cap. XVIII)

¿Por qué le corriges? ¿Porque te duele el que haya pecado contra ti? En ningún modo. Si lo haces por amor a ti mismo, nada haces. Si lo haces por amor hacia él, tu acción es óptima. Advierte, además, en el mismo texto qué amor ha de impulsar tu acción: si el amor a ti mismo, o el amor al hermano. 
Si te escucha —dice— has ganado a tu hermano. Hazlo, pues, por él, para ganarlo a él. Si con tu acción lo ganas, en el caso de no haber actuado tú, habría perecido. 
¿Cuál es la razón por la que la mayor parte de los hombres desprecian estos pecados y dicen: «Qué he hecho de extraordinario? [Solo] he pecado contra un hombre». 
No los desprecies. Has pecado contra un hombre; ¿quieres saber que, pecando contra un hombre, has perecido? Si aquel contra quien pecaste te hubiera corregido a solas y lo hubieras escuchado, te habría recuperado. ¿Qué quiere decir «te habría recuperado», sino que habrías perecido si no te hubiera recuperado? Pues, si no habías perecido, ¿cómo es que te recuperó?
Que nadie, pues, desprecie el pecado contra el hermano. En efecto, dice en cierto lugar el Apóstol: Así los que pecáis contra los hermanos y golpeáis su débil conciencia pecáis contra Cristo, precisamente porque todos nos hemos convertido en miembros de Cristo. ¿Cómo no pecas contra Cristo si pecas contra un miembro de Cristo?
Así, pues, que nadie diga: «No he pecado contra Dios, sino contra un hermano; he pecado contra un hombre. Es pecado leve o inexistente». Quizá dices que es leve porque se cura rápidamente. Has pecado contra tu hermano; repara el mal y quedas sano. Pronto cometiste la acción mortífera, pero pronto has encontrado el remedio. 
¿Quién de nosotros, hermanos míos, va a esperar el reino de los cielos, diciendo el Evangelio: Quien llame a su hermano «imbécil» será reo del fuego de la gehena? ¡Palabras que infunden pánico!  
Pero advierte ahí mismo el remedio: Si presentas tu ofrenda ante el altar y allí mismo te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar. Dios no se aíra porque difieras presentar tu ofrenda; Dios te busca a ti más que a tu ofrenda.
(Extracto de una Homilía de san Agustín, obispo, Sermón 16 sobre las palabras del Señor)

“Dios ordenó a sus ángeles – que te guardaran en todos tus caminos”

sábado, 30 de marzo de 2019

Domingo Laetare - Multiplicación de los panes


Ciertamente es mayor milagro el gobierno de todo el mundo que la alimentación de 5000 hombres con 5 panes. Y con todo, de aquello nadie se admira. De esto nos admiramos, no porque sea cosa mayor, sino porque es rara. 

Y a la verdad, ¿quién ahora alimenta a todo el mundo sino aquél que con pocos granos produce los alimentos? Jesucristo obró, pues, como Dios. Con el mismo poder con que multiplica pocos granos produciendo las mieses, hizo que en sus manos se multiplicasen los 5 panes. 

El poder estaba en las manos de Cristo.  Aquellos 5 panes eran como semillas, no puestas en la tierra sino multiplicadas por aquél que hizo la tierra.

(Del tratado 24 de san Agustín sobre san Juan -Jn. Cap.VI-)

"Explicaré cosas escondidas desde el comienzo del mundo".