"De hecho, los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios, ni innovadores, son tradicionalistas" (Papa san Pío X)

Para contactarme, dejo visible la dirección de mi correo electrónico para que, con la mayor reserva de nombres, podamos contestar en la medida de nuestras posibilidades lo que plantee cada uno, dudas, consultas, etc. Así vamos construyendo el blog entre todos: elcentuplo777@gmail.com

sábado, 4 de mayo de 2019

Amor unitivo

De los escritos del padre Gabriel de Santa María Magdalena (1893 - 1953).


Dios mío, que me has infundido en mi el amor, deja que este crezca hasta el punto de unirme a ti. 

1 - Dios, a través de la purgación espiritual, "produce efectos maravillosos en el alma, la ilumina y la ilumina con ardientes deseos de solo amor divino, no de cualquier otra cosa" (GCN II, 13, 11). Precisamente de esta manera, en la medida en que se separa de la tierra dejando a un lado todo el afecto y el apetito de las criaturas, el alma asciende a la "escalera secreta" del amor que, en la medida de lo posible, la eleva hasta su Creador, "solo para el el amor es lo que une el alma con Dios "(ibid., 18, 5). 

Esta ignición del amor no se siente al comienzo de la purificación, porque entonces "el fuego divino realiza toda su obra más para secar y disponer el alma que para calentarla; pero, en el transcurso del tiempo, cuando ya lo ha calentado lo suficiente, el alma muy a menudo siente el ardor amoroso "(ibid., 12, 5). El resplandor del amor puede ir acompañado de un gran deleite espiritual; son entonces momentos de inmensa alegría en los que el alma predice la unión con Dios a la que se está acercando, alegría que la recompensa ampliamente de todos los dolores y ansiedades sufridos en la oscuridad de la noche y que la alienta a abrazar con buena voluntad aquellos que aún tendrá que sufrir para alcanzar la unión perfecta. Sin embargo, es útil recordar que la ascensión del amor no consiste en la alegría que el alma puede experimentar. 

Sin embargo, lo que debería interesarnos no es ya disfrutar del amor, sino progresar rápidamente en él, precisamente porque solo el amor es la fuerza que nos puede unir a Dios. 

Al tratar este tema, San Juan de la Cruz declara: "La inclinación del alma, la fuerza y ​​la virtud que tiene para ir a Dios es el amor ... y, por lo tanto, cuanto más grados de amor tiene, más profundamente entra" en Dios y se concentra con él "(F. 1.13). A medida que la piedra en la caída es atraída hacia el centro de la tierra por la fuerza de la gravedad, el alma es atraída hacia Dios por la fuerza del amor. Cuanto más fuerte sea este amor, más poderoso será arrastrarlo todo a Dios y unirlo por completo a él: "el amor más fuerte es el más unitivo" (ibid). ¿Puede el alma, por lo tanto, que sinceramente desea unirse a Dios, no aplicarse con todas sus fuerzas para crecer en amor? 

2 - A un grado de amor imperfecto corresponde un grado de unión imperfecta, mientras que el amor perfecto corresponde a una unión perfecta. [...] Un grado de amor es suficiente, es decir, la observancia de la ley divina que asegura que el estado de gracia sea suficiente, para que Dios se haga presente en el alma, haciendo una morada con ella y, por lo tanto, el alma pueda vivir para él en tal estado; pero es evidente que una unión muy imperfecta con Dios corresponde a este primer grado de amor y gracia. En este estado, el alma ya está en su centro, es decir, en Dios, y vive ya unida a aquel que se digna a habitarla por gracia, pero todavía tiene un largo camino por recorrer para alcanzar su centro más profundo, es decir, para penetra en las profundidades de Dios y vive íntimamente y perfectamente unido a él. Las etapas de este viaje están marcadas por el progreso en el amor; cuanto más ama el alma, más se sumerge en Dios y, por otro lado, el mismo Dios, al darse cuenta de su promesa, se hace cada vez más presente por gracia, invitándola a una amistad y una unión cada vez más íntima. [...]

El amor realiza el gran milagro: atrae a Dios al alma que lo ama y lo lanza a Dios; a través del amor, una criatura miserable se encuentra con su Creador y se une a él de una manera tan íntima y perfecta como para permanecer completamente transformada y divinizada. ¿Qué mayor regalo podría darnos Dios que crearnos en amor, infundir en nosotros amor, la gran fuerza capaz de unirnos con él? 

Coloquio: "Oh, amado Rey pacífico, deseado por todos los corazones generosos del cielo y la tierra, que con infinita dulzura me pides que te ame con todo mi corazón, con toda mi mente, con todas mis fuerzas, no desprecies mis suspiros y mis deseos.

"El Rey más querido, que vino al mundo a reinar en los corazones de los hombres con el más dulce imperio de caridad, déjame amarte con todo mi corazón y con toda la fuerza de mi mente. Haz, oh muy amado Señor, que no viva en mí, sino en ti, que eres mi vida, y que me transformes en ti a través del efecto del amor. Comunícame ese fuego muy dulce que arde en tu corazón y haz que en todas las cosas busque solo para ti, la verdadera paz y el centro de mi alma. De ti no quiero nada más que me enciendas con tu fuego eterno, que genera en mi corazón tanta preocupación por ti que día y noche siempre te busca a ti mismo; deja que esta solicitud me inspire a usar todas las cosas, a aprovechar todas las oportunidades y a inventar siempre nuevos medios para darte gusto y mover a todas las criaturas para que te sirvan. 

"Entra en mí, oh dulce Esposo de mi alma, oh, el corazón más ardiente y más deseoso de mi corazón, entra en tu casa como un Señor absoluto y gobierna imperiosamente con el poder de tu amor omnipotente. Hoy quisiera, oh magnífico Hijo de Dios, que te atrajera, y que mi alma se transformara en tuya y, después de eso, fueras mi alma, mi vida, el único consuelo de mi corazón afligido, mi alma, mi Alivio "(Ven. Giovanni di  GM, ocd). 


[Escrito de "Intimità Divina", por el padre Gabriele de Santa María Magdalena, publicado por el Monasterio de San José de los Carmelitas Descalzos de Roma, imprimatur: Vicetiae, 4 Martii 1967, + C. Fanton, Ep.us Aux.].

Visto en Cordialiter

domingo, 28 de abril de 2019

Domínica in Albis

"En aquél tiempo: En aquél día, el primero de la semana, siendo ya tarde, y estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban reunidos los discípulos por miedo de los Judíos, vino Jesús, y apareciéndose en medio de ellos, les dirigió estas palabras: "La paz sea con vosotros". Y lo que sigue. (Del Evangelio según san Juan Cap. XX, 19-31). 


- Homilía 26 sobre los Evangelios de san Gregorio, Papa:

I
La primera cuestión que se ofrece a nuestra mente cuando oímos la lectura del Evangelio de este día, es la siguiente: ¿de qué modo fue un verdadero cuerpo del Señor después de la resurrección, y como pudo presentarse a los discípulos estando las puertas cerradas? A esto debemos responder que si las obras divinas se comprendieran con la razón, no serían admirables, ni la fe tendría merito si la razón explicase el misterio. Estas obras de nuestro Redentor, que son completamente incomprensibles, las hemos de comparar con otras que realizo en otras circunstancias, a fin de aumentar nuestra fe en estas cosas admirables, con la consideración de otras mucho más maravillosas. Tengamos presente, que aquel cuerpo del Señor que se presentó a sus discípulos estando las puertas cerradas, es el mismo que en su natividad vino al mundo sin abril el seno de la Virgen. Por lo mismo ¿Qué tiene de admirable que entrase estando las puertas cerradas, el que después de su resurrección había de reinar eternamente, si viniendo para morir salió del seno cerrado de la Virgen?

II
Mas porque la fe de los que le miraban dudaba de aquel cuerpo que contemplaban, les mostró al instante las manos y el costado, les ofreció, para que la tocaran, aquella carne que entró estando las puertas cerradas. Con lo cual, les dio prueba de dos cosas admirables, y que parecen contrarias a la humana razón, a saber; que siendo su cuerpo después de la resurrección incorruptible, con todo se podía palpar, siendo así que todo lo palpable está sujeto a corrupción, y no es palpable lo que no se corrompe. Y no obstante, de una manera admirable e inestimable, nuestro Redentor después de su resurrección mostró su cuerpo incorruptible y palpable. Lo cual realizó, a fin de que mostrándolo incorruptible nos invitara al premio, y ofreciéndolo palpable nos confirmase en la fe. Así pues, lo mostró incorruptible y palpable, para enseñarnos que verdaderamente su cuerpo después de la resurrección era de la misma naturaleza que antes, pero con una gloria mucho mayor.

III
Y les dijo: “La paz sea con vosotros. Así como me envió mi Padre, así yo os envío a vosotros”. Esto es, así como mi Padre Dios me envío a mí que soy Dios; así yo Hombre, os envió a vosotros hombres. El Padre envió al Hijo, aquel mismo que quiso se encarnase para la redención del linaje humano. Quiso que se encarnase para padecer, y con todo amaba a aquel Hijo que quiso sufriese la pasión. Así también el Señor envió a los Apóstoles, no a los goces del mundo, sino a lo mismo que él fue enviado, es decir a la pasión y a los sufrimientos. Por lo mismo, así como el Hijo amado por el Padre es enviado a los sufrimientos, así los discípulos son amados por el Señor, y con todo son enviados al mundo para padecer. Por lo cual dice con toda verdad; “Así como me envió el Padre, así yo os envío” Es decir, que al enviaros en medio de los escándalos de los perseguidores, os amo con aquella caridad con la cual me ama el Padre, quien me envió para los sufrimientos de la pasión.


Pensamiento del día

Dijo también (Abba Pastor): «No hay mayor amor que dar la vida por el prójimo. Porque si uno al oír un insulto, pudiendo devolverlo, lucha, vence y no contesta, o si herido en alguna cosa lo lleva con paciencia, sin vengarse del que le ha ofendido, el que así obra, está dando su vida por su prójimo».

(De los apotegmas de los Padres del desierto)

miércoles, 24 de abril de 2019

El que quiera entender apresúrese a cumplir

“En aquel tiempo: Dos de los discípulos de Jesús iban el mismo día a una aldea que distaba de Jerusalén sesenta estadios, llamada Emaús…”  Del Evangelio según san Lucas (Lc.  Cap. 24, 13-35)


Homilía 23 sobre los Evangelios de san Gregorio, Papa:

I
Habéis oído hermanos carísimos, que se apareció el Señor a dos de sus discípulos que iban por el camino, no creyendo en él precisamente pero con todo hablando de él. Mas no se les manifestó de manera que pudiesen conocerle. Obró, por lo tanto, exteriormente el Señor respecto de los ojos corporales de ellos, conforme a lo que pasaba interiormente en ellos según los ojos del corazón. Porque ellos en su interior amaban y a la vez dudaban, y el Señor también en lo exterior por una parte les estaba presente, y por otra no mostraba quien era. Otorgó por consiguiente su presencia a los que de él hablaban pero ocultó a los que de él dudaban la figura que podía hacerles reconocer. 

II
En verdad les dirigió la palabra, les reprendió su dureza de entendimiento, les descubrió los misterios de las Sagradas Escrituras que a él se referían. Mas, como todavía en lo interior de sus corazones le era extraño con respecto a su fe, fingió ir más lejos. Empleamos la palabra fingir (fíngere) en el sentido de componer, dar forma, y en este sentido llamamos fíguli a los que dan forma a la arcilla. Nada, por lo mismo, hizo con doblez el que es pura verdad, sino que se presentó a sus ojos corporales, tal como estaba en su alma. Convenía por tanto, probarlos por si podían amarlo al menos como extraño, los que como a Dios no le amaban todavía. 

III
Pero como no podían ser extraños a la caridad los hombres que con la Verdad caminaba, le ofrecen hospitalidad. Mas ¿por qué decimos que le ofrecen, si escrito está allí que le obligaron? De este ejemplo podemos deducir que los peregrinos no sólo han de ser invitados a recibir hospitalidad sino que deben ser obligados por nuestra insistencia. Ponen, pues, la mesa, presentan pan y manjares, y en el partir el pan conocen a Dios a quien en la explicación de las Sagradas Escrituras no habían conocido. Al escuchar, por lo tanto, los preceptos de Dios, no fueron iluminados, pero sí lo fueron al cumplirlos, porque escrito está: “No son justos delante de Dios los oyentes de la ley, sino que serán justificados los que la observaren”. Por tanto, todo el que quiera entender lo que ha oído, apresúrese a poner por obra todo lo que ya ha podido oír.  He aquí que el Señor no es conocido mientras habla, y se digna ser reconocido cuando le sustentan. 

martes, 23 de abril de 2019

Humildad

Carta de San Jerónimo a Antonio, monje de Hemona. 

(También Antonio calla - Diez cartas ha escrito ya Jerónimo a este asceta de Hemona. Ni aun así ha logrado sacarle de su hostil silencio. No es muy arriesgado pensar en una confabulación de las gentes de Hemona contra Jerónimo, por causas desconocidas).

Nuestro Señor, maestro de humildad, una vez que sus discípulos discutían acerca de preeminencias, llamando a uno de los pequeñuelos les dijo: El que de vosotros no se haga como un niño pequeño, no puede entrar en el reino de los cielos. Y, para que no se pensara que enseñaba pero no hacía, lo cumplió con el ejemplo, lavando los pies a los discípulos y recibiendo a quien le traicionaba con un beso, conversando con la samaritana, hablando del reino de los cielos con María mientras ella estaba sentada a sus pies, y apareciéndose en primer lugar a las débiles mujeres después de resucitar de entre los muertos. Satanás, por el contrario, cayó derribado de su cumbre de arcángel no por otra causa que por su soberbia, enemiga de la humildad. Y el pueblo judío, que buscaba para sí los primeros asientos y los saludos en las plazas, fue destruido, y como sucesor suyo fue designado el pueblo gentil, considerado antes como la gota de agua que rezuma de un cántaro. 

También Pedro y Santiago, pescadores, son enviados contra los sofistas del siglo y los sabios del mundo, por lo que la Escritura dice: Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da su gracia. Ya ves, hermano, qué malo es tener a Dios por contrario. Por eso, en el Evangelio, el fariseo arrogante es despreciado, y el humilde publicano es atendido. Diez cartas te he enviado ya, si no me engaño, tan llenas de afecto como de ruegos, y tú ni siquiera te dignas escribir una palabra; y mientras el Señor habla con sus siervos, tú, hermano, no hablas con el hermano. «Demasiado insultante», me dirás. Pues créeme, si el respeto a las formas no me lo impidiera, con lo ofendido que estoy te lanzaría tal cúmulo de insultos que, al menos irritado, te decidieras a contestarme. Pero como irritarse es de hombres, y no insultar a nadie, de cristianos, vuelvo a mi antigua costumbre y de nuevo te ruego que ames a quien te ama y, puesto que también tú eres siervo, concedas la palabra a tu consiervo.

sábado, 20 de abril de 2019

Pascua

El diácono canta el Exsultet
“Oh noche verdaderamente venturosa, la única que mereció saber el tiempo y la hora en que Cristo resucitó del sepulcro… La santidad, pues, de esta noche, ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los pecadores y la alegría a los tristes. Ahuyenta los odios, prepara la concordia y somete al yugo de Dios a los imperios” (Exsultet)
* * * * *
Lección del santo Evangelio según san Marcos (Cap. 16 vs 1-7)

En aquel tiempo, María Magdalena, y María Madre de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y lo que sigue. 
Homilía de san Gregorio, Papa
Homilía 21 sobre los Evangelios 
 I
Habéis oído, hermanos carísimos, que las santas mujeres, que habían seguido al Señor, fueron con aromas al sepulcro, y que, al que habían amado vivo, con su celo lleno de humanidad, le tributaban obsequios aún después de muerto. Mas lo hecho por ellas indica algo de lo que en la Santa Iglesia debe hacerse. Así, pues, es necesario que oigamos lo que se hizo, a fin de pensar en lo que, a imitación de lo que hicieron ellas, nos toca hacer a nosotros.  Nosotros, pues, que creemos también en aquel que murió, iremos en verdad a su sepulcro con aromas, si buscamos al Señor llenos de fragancia de virtudes y de fama de buenas obras. Ven a los Ángeles aquellas mujeres que fueron con aromas, porque solo perciben a los ciudadanos del cielo los ojos de aquellas almas, que exhalando olor de virtudes, se encaminaban al Señor por medio de santos deseos. 
 *

R – Un ángel del Señor bajo del cielo y llegándose removió la piedra y sentóse encima, y dijo a las mujeres: no temáis, pues sé que buscáis al crucificado; resucitó ya; venid y ved el lugar donde estaba colocado el Señor; aleluya. V – Y entrando en el sepulcro vieron a un mancebo sentado a la derecha, sentado a la derecha, vestido de blanca túnica, y quedaron atónitas, y él les dijo: no temáis. Gloria al Padre…  Un ángel del Señor bajo del cielo y llegándose removió la piedra y sentóse encima y dijo a las mujeres: no temáis, pues se que buscáis al crucificado, resucitó ya; venid y ved el lugar donde estaba colocado el Señor.  
II
Debemos empero notar por que el ángel deja verse sentado a la derecha; púes ¿Qué indica la izquierda sino la presente vida, y por la derecha que se entiende sino la vida eterna? Por esto se halla escrito en el Cantar de los Cantares: Su mano izquierda está debajo de mi cabeza, y con la diestra me abrazará. Como nuestro Redentor había ya salido de la corrupción de la vida presente, por esto el ángel que había venido a anunciar su perpetua vida estaba sentado a la derecha. Y  apareció vestido de blanca túnica, porque anuncio el júbilo de nuestra festividad; pues la blancura del vestido denota el esplendor de nuestra solemnidad. ¿Nuestra diremos o suya? Ahora bien, para expresarnos con más exactitud, digamos suya y nuestra; porque festividad nuestra fue la resurrección de nuestro Redentor por habernos restituido a la inmortalidad, y festividad fue de los ángeles, pues llamándonos a las celestes sedes completó el número de ellos. 
 *

R- Transcurrido el sábado, María Magdalena, y María madre de Santiago y Salomé, compraron aromas. Para ir a embalsamar a Jesús, aleluya, aleluya. V- Y saliendo muy temprano el primer día de la semana, llegan al sepulcro salido ya el sol. Para… Gloria al Padre… Para…  
III
En su festividad y nuestra aparecióse, pues, el Ángel con blancas vestiduras, porque la resurrección del Señor, al paso que nos abre de nuevo el camino a las alturas, repara las pérdidas de la patria celestial. Oigamos empero lo que dice a las mujeres que llegan: “No temáis”; como si les dijera: teman aquellos que no se complacen en la visita de los ciudadanos del cielo; espántense los que oprimidos de deseos carnales desesperan de poder llegar a hacerles compañía; pero ¿por qué teméis vosotras que veis a vuestros conciudadanos? Por lo cual san Mateo al describir la aparición del Ángel dice; “Era su semblante como el relámpago, y sus vestiduras como la nieve”; ahora bien, en el relámpago se representa el terror, y en la nieve la suavidad de la blancura. 
Te Deum laudamus…
* * * * *

Prefacio Pascual cantado por Pío XII



Vere dignum et iustum est, æquum et salutare: Te quidem, Domine, omni tempore, sed in hoc potissimum die gloriosius prædicare, cum Pascha nostrum immolatus est Christus. 
Ipse enim verus est Agnus, qui abstulit peccata mundi. Qui mortem nostram moriendo destruxit et vitam resurgendo reparavit.
Et ideo cum Angelis et Archangelis, cum Thronis et Dominationibus, cumque omni militia cælestis exercitus, hymnum gloriae tuæ canimus, sine fine dicentes.

* * * * *

¡SANTA Y FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN PARA TODOS!


viernes, 19 de abril de 2019

"Consummatum est!" - Todo está cumplido


"et inclinato capite, emisit spiritum"
E inclinando la cabeza, entregó el espíritu. 


Sobre la muerte del Señor Jesús

Oficio Divino – Viernes Santo – II Nocturno Maitines
Del tratado de san Agustín, obispo, sobre los salmos

Lección IV
Me has protegido de la conjura de los perversos, y del motín de los malhechores. Contemplemos ahora a nuestra cabeza. Muchos han sido los mártires que han padecido la misma clase de torturas; pero nada descuella tan luminosamente como el cabeza de los mártires; en ella contemplamos mejor lo que ellos padecieron. Fue protegido de la multitud de los malhechores, protegiéndose Dios a sí mismo, protegiendo su carne como Hijo de Dios y como Hijo del hombre que había asumido; porque es Hijo del hombre y es Hijo de Dios: Hijo de Dios por su condición divina, e Hijo del hombre por su condición de siervo, teniendo el poder de entregar su vida y de recuperarla. ¿Qué pudieron hacerle sus enemigos? Mataron su cuerpo, pero no su alma. Fijaos bien. Hubiera valido poco el exhortar el Señor de palabra a los mártires, si no quedase reforzada su exhortación con el ejemplo. 

R – Como a un ladrón, salisteis a prenderme con espadas y palos. Cada día estaba con vosotros en el templo, y no me prendisteis y he aquí que, azotado, me lleváis a crucificar. V – Y como hubiesen prendido a Jesús, y le detuvieran, les dijo. Cada día estaba con vosotros en el templo, y no me prendisteis y he aquí que, azotado, me lleváis a crucificar.
* * *
Lección V
Ya conocéis qué conjura urdieron aquellos malvados judíos, y qué motín armaron aquellos malhechores. ¿Cuál fue su maldad? El querer matar al Señor Jesucristo. Os he dado a conocer, les dice, muchas cosas buenas: ¿por cuál de ellas queréis matarme? Se había preocupado de todos sus enfermos, había sanado a todos sus lisiados, predicó el reino de los cielos, no se calló sus vicios, a fin de que fueran ellos mismos quienes los rechazaran, y no el médico que los curaba. Más ellos, ingratos ante todas estas curaciones, como en delirio de una intensa fiebre, y ensañados contra el médico que había venido a curarlos, tramaron la forma de acabar con él. Todo como queriendo demostrar si realmente era un hombre que podía morir, o se trataba de algo superior, que no permitía su muerte. Reconocemos sus palabras en la Sabiduría de Salomón: Condenémosle, dicen, a una muerte humillante. Vamos a preguntarle, ya que sus palabras indicarán si está protegido; si es realmente el Hijo de Dios, que lo libre.

R – Después que los Judíos crucificaron a Jesús, sobrevinieron densas tinieblas; y cerca de la hora nona Jesús exclamó con gran voz: Dios mío, ¿por qué me habéis desamparado? * Y habiendo inclinado la cabeza exhaló el espíritu. V – Clamando Jesús con gran voz dijo: Padre encomiendo mi espíritu en vuestras manos. Y habiendo inclinado la cabeza exhaló el espíritu.
* * *
Lección VI
Afilaron sus lenguas como una espada. Dice otro salmo: Los hijos de los hombres: sus dientes son armas y flechas, y su lengua una espada afilada. Así se dice aquí: Afilaron sus lenguas como una espada. Que no digan los judíos: Nosotros no hemos matado a Cristo. Si lo entregaron al juez Pilato, fue para dar la impresión de que ellos quedaban exentos de culpa en su muerte. De hecho, cuando Pilato les dijo: ajusticiadlo vosotros, respondieron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie. Querían descargar sobre un juez humano la maldad de su crimen; ¿Pero acaso podían engañar al divino juez? En lo que Pilato hizo, por el hecho de realizarlo, se hizo algo responsable; pero en comparación de ellos, es mucho más inocente. Insistió, de hecho, cuanto pudo para librarlo de sus manos. Por esto se lo presentó después de haberlo flagelado. No lo azotó para castigar al Señor, sino intentando aplacar el furor de los judíos, a ver si se amansaban un poco, y al verlo flagelado, desistían en su empeño por matarlo. Esto llegó a hacer Pilato. Pero como ellos siguieron insistiendo, ya sabéis que se lavó las manos, diciendo que no era su voluntad realizar tal cosa, y que era inocente de su muerte. Y sin embargo, la llevó a cabo. Ahora bien, si es culpable el que, contra su voluntad, realizó el crimen, ¿serán inocentes quienes le obligaron a consumarlo? De ninguna manera. Pero fue él quien pronunció la sentencia en su contra, y lo mandó crucificar, por eso de algún modo fue él personalmente quien lo mató; pero realmente vosotros, judíos, lo matasteis. ¿Cómo? Con la espada de la lengua: afilasteis vuestras lenguas. ¿Y cuándo lo habéis herido, sino cuando gritasteis: crucifícalo, crucifícalo?

R – Entregué mi alma muy amada en poder de los inicuos; y el pueblo que era mi heredad, fue para mí como un león en la selva;  el enemigo dio voces contra mí, diciendo: Juntaos y apresuraos a devorarle; me pusieron en un desierto solitario y lloró por mi toda la tierra; * Porque no se halló quien quisiera reconocerme y ampararme. V – Levantáronse contra mi hombres sin piedad, y no perdonaron mi vida. Porque no se halló quien quisiera reconocerme y ampararme. Entregué mi alma muy amada en poder de los inicuos; y el pueblo que era mi heredad, fue para mí como un león en la selva;  el enemigo dio voces contra mí, diciendo: Juntaos y apresuraos a devorarle; me pusieron en un desierto solitario y lloró por mí toda la tierra.

jueves, 18 de abril de 2019

Vigilad y orad

"Si es posible, que pase de mí este cáliz, 
pero no se haga mi voluntad, sino la tuya".

Eucaristía y Caridad

Hic est enim calix sanguinis mei, novi et aeterni testamenti: mysterium fidei: qui pro vobis et pro multis effundetur in remissionem pecatorum.

* * * * *
- Nuestro Señor Jesucristo, después de cenar con sus discípulos, les lavó los pies y les dijo: ¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros yo, Señor y Maestro? Ejemplo os he dado para que también hagáis así vosotros. 

- Un mandato nuevo os doy: que os améis mutuamente como yo os he amado. 

- En esto reconocerán todos que sois mis discípulos, si os profesáis amor recíprocamente. 
(Antífonas del Mandato)

Judas y el poder de las tinieblas


Del Oficio de Tinieblas:
R– Mi amigo me vendió con un beso por seña: “Aquél a quien yo besare, él es, prendedle”. Esta inicua seña dio el que por medio de un beso cometió un homicidio. * El infeliz arrojó el precio de la sangre y al fin se ahorcó.  V- Bien le hubiera estado a aquel hombre no haber nacido. * El infeliz arrojó el precio de la sangre y al fin se ahorcó.  
 * * *
R– Judas, pésimo mercader, se acercó con un ósculo al Señor, y Él, como inocente cordero, no negó el ósculo a Judas. * Por una cantidad de dineros entregó a Cristo a los Judíos. V– Mejor le fuera no haber nacido. Por una cantidad de dineros entregó a Cristo a los Judíos.  
* * * 

R– Uno de mis discípulos hoy me entregará: ¡Ay de aquel por quien seré entregado! * Mejor le fuera no haber nacido. V– El que mete la mano conmigo en el plato, este me ha de entregar en manos de los pecadores. * Mejor le fuera no haber nacido. R– Uno de mis discípulos hoy me entregará: ¡Ay de aquel por quien seré entregado!
(Responsorios del segundo nocturno de Maitines – Jueves Santo)

El poder de las tinieblas y el pecado, salvo por conversión de vida, siempre terminan mal, ya sea por la persistencia gustosa en el mismo, ya por pensar que el pecado es demasiado grande -y en este caso de Judas lo fue!- y desconfiar de la Misericordia infinita de Dios, que es en lo que parece que Judas falló.  

Oficio de Tinieblas del primer día


Jueves Santo
Chant : Schola Sainte Cécile (direction : Henri de Villiers) https://schola-sainte-cecile.com/
Lamentations de Couperin : Clotilde Cellier et Alix de La Motte de Broöns
Miserere de Nivers : Anne-Marie Lutz
Violoncelle : Augustin d’Oliveira, violoncelle
Orgue : Touve R. Ratovondrahety
Régie : Alexis
Paroisse Saint-Eugène - Sainte-Cécile
4 bis rue Sainte Cécile
FR-75009 Paris
http://www.saint-eugene.net

Jueves Santo

San Agustín
Del tratado de san Agustín sobre el salmo 54:

1 - Escucha, oh Dios, mi oración, y no desprecies mi súplica; hazme caso y escúchame. Palabras son estas de quien está preocupado y afanoso en medio del sufrimiento. Su oración está llena de dolor, anhelando ser librado del mal; nos falta saber en qué mal se encuentra; y cuando empiece a decirlo, reconozcámonos también nosotros ahí, y así, participando de su tribulación, unámonos en la oración. Estoy entristecido en mi prueba y estoy turbado. ¿Por qué entristecido, por qué turbado? Por mi prueba, dice. Va a referirse a los hombres malvados que soporta, y llama prueba a los padecimientos causados por esos hombres. No penséis que no tiene sentido la presencia de los malos en este mundo, y que Dios no se sirve de ellos para ningún bien. Todo hombre malvado, o vive para que se corrija, o vive para que el bueno sea probado por medio de él. Ojalá que los que ahora nos están probando, se conviertan, y a nosotros nos prueben; ahora bien, mientras a nosotros nos están probando, no se nos ocurra odiarlos; porque no sabemos quién de ellos va a perseverar en su maldad hasta el final, y con frecuencia, cuando te parece que has odiado a un enemigo, no caes en la cuenta de que, a quien odias es a un hermano. Las santas Escrituras nos dicen que el diablo y sus ángeles están destinados al fuego eterno. Sólo de ellos hay que perder la esperanza de corrección; contra ellos sostenemos una lucha secreta, y para esa lucha nos proporciona las armas el Apóstol, cuando dice: Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, es decir, contra los hombres que estáis viendo, sino contra los príncipes, las potestades, y los dirigentes de este mundo de 
tinieblas. Y para que no creyéramos que al decir el mundo, quizá entendiéramos que los demonios son los que gobiernan el cielo y la tierra, dijo este mundo de tinieblas. Por mundo dio a entender el de los amantes del mundo; por mundo quiso decir el de los impíos y malvados; por mundo quiso decir aquel del que dice el evangelio: Y el mundo no lo conoció. Si el mundo no conoció la luz, puesto que la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron, las mismas tinieblas que no aceptaron la luz presente, reciben el nombre de mundo, y ellos, los demonios, son los rectores de estas tinieblas. Sobre estos rectores tenemos en la Escritura una sentencia taxativa de que no debemos esperar la conversión de ninguno de ellos. En cambio, de las tinieblas como tales, cuyos jefes son ellos, nos queda la duda de si los que eran tinieblas, quizá se conviertan en luz. Así dice el Apóstol a los que ya se han hecho fieles: En otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; en vosotros las tinieblas, en el Señor la luz. Por eso, hermanos, todos los malos, mientras son malos, ejercitan a los buenos. Escuchadlo más brevemente y comprendedlo. Si eres bueno, no tienes más enemigo que el malo. Ahora bien, tienes ya una norma prefijada, de que imites la bondad de tu Padre del cielo, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos. Porque no sólo tú tienes enemigos, como si Dios no los tuviera. Tú tienes como enemigo a alguien que fue creado contigo; pero él tiene a uno creado por él. Nos encontramos, de hecho, con frecuencia en la Escritura que los malvados e injustos son enemigos de Dios; y que los perdona aquel que de nada le puede 
acusar el enemigo, y contra quien todo enemigo peca de ingratitud, ya que de él ha recibido todo el bien que tiene. Y del malo también le sirve como misericordia al prójimo, cualquiera sea el sufrimiento que le aqueja. El sufrimiento le sirve para no ensoberbecerse; el sufrimiento le sirve para que con humildad reconozca al Altísimo. En cambio tú ¿qué le has dado a tu enemigo, que te hace sufrir, y a quien eres incapaz de tolerar? Si Dios tiene como enemigo a quien tanto le ha dado, y hace salir su sol sobre buenos y malos, y derrama la lluvia sobre justos e injustos, tú, que ni puedes hacer salir el sol, ni hacer llover sobre la tierra, ¿no puedes ofrecer ni una sola cosa a tu enemigo, para que puedas tener paz en la tierra, tú, hombre de buena voluntad? Por lo tanto, ya que se te prescribe esta regla de amor: que imitando al Padre ames a tu enemigo, pues él mismo dice: amad a vuestros enemigos ¿cómo te vas a ejercitar en este precepto, si no soportases a ningún enemigo? Ya ves cómo te trae algún beneficio. Y el hecho de que Dios perdona a los malos, te sirva para tener tú misericordia, ya que tú mismo, aunque seas bueno, puede ser que hayas sido antes malo; y si Dios no perdonase a los malos, tampoco tú te presentarías dando gracias. Que perdone, pues, a los demás quien te perdonó también a ti. No, no debes poner barreras en el camino de la misericordia, una vez que tú ya lo has pasado.

* * * * *
2 - ¿Cómo ora el que vive en medio de gente mala, y cuyas enemistades le ponían a prueba? ¿Qué dice? Estoy entristecido en mi prueba y estoy turbado. Al extender su amor hasta sus enemigos, se siente afectado por el hastío, por las enemistades de muchos, rodeado del odio de muchos; y su humana debilidad le hizo sucumbir. Vio que se le comenzaba a insinuar una maligna persuasión diabólica, induciéndole al odio contra los enemigos; y resistiendo al rencor para perfeccionar el mismo amor, en esa pelea, en esa lucha, se siente turbado. Su voz la encontramos también en otro salmo: Mi ojo se turbó por la ira. ¿Qué más sigue? He envejecido entre todos mis enemigos. Como en medio de una tempestad, y del oleaje, había comenzado a sumergirse, igual que Pedro. Porque el que ama a sus enemigos, camina sobre el oleaje de este mundo. Cristo caminaba valientemente sobre el mar: de su corazón no podía apartar en absoluto el amor al enemigo. Colgado en la cruz, decía: Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen. También Pedro quiso andar sobre las aguas. Cristo como cabeza, Pedro como su cuerpo; pues se le había dicho: Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Se le ordenó caminar, y lo hizo por gracia del mandante, no por sus posibilidades. Pero al ver un viento recio, tuvo miedo; y cuando comenzaba a hundirse, se turbó en su prueba. ¿Cuál era ese viento recio? Por la voz del enemigo y los sufrimientos provenientes del pecador. Así que lo mismo que Pedro gritó entre las olas: ¡Sálvame, Señor, que perezco!, la voz de este salmo se anticipó: Escucha, oh Dios, mi oración, y no desprecies mi súplica; hazme caso y escúchame. ¿Cuál es la causa? ¿Qué es lo que sufres? ¿De qué te lamentas? Estoy entristecido en mi prueba. Me colocaste entre los malos para ser probado, pero se levantó una excesiva multitud para mis fuerzas. Tranquiliza al turbado, alarga la mano al que se está sumergiendo: Estoy entristecido en mi prueba y estoy turbado por la voz del enemigo, y por la tribulación de los pecadores, puesto agolparon sobre mí iniquidad y en su ira me ha entenebrecido. Estás oyendo las olas y los vientos: lo ultrajan como a un hombre humillado, y él ora; se ensañan contra él por todas partes con estrepitosos insultos, pero él, en su intimidad, invoca a quien ellos no veían.

* * * * *
3 - Cuando el cristiano debe soportar una situación parecida, no debe arremeter con odio y a la ligera contra el que le hace sufrir, pretendiendo vencer al viento, sino volverse a la oración, para no perder el amor. No hay que tener miedo de lo que pueda hacer el enemigo. ¿Qué podrá hacer? Decirte muchas malas palabras, lanzarte ultrajes, ensañarse con insultos; y eso ¿a ti qué te importa? Estad alegres y contentos —dice Jesús— porque vuestra recompensa será grande en los cielos. En la tierra él amontona injurias, tú acumula tesoros en el cielo. Bien; que se ensañe más; podrá, sí, hacer algo peor; ¿quién va a estar más seguro que tú, a quien se dice: No temáis a los que matan el cuerpo, pero el alma no la pueden matar? ¿Qué será, pues, lo que hay que temer, cuando soportas al enemigo? Que se te afloje el amor con que amas al enemigo. En realidad ese enemigo, de carne y sangre, lo que
busca en ti es lo que ve. Pero hay otro enemigo escondido, el dueño de estas tinieblas, que tú tienes que soportar en la carne y en la sangre, y que va en busca de eso otro oculto que tienes, de arrebatarte tus tesoros interiores, y está tramando devastarlos. Así que pon ante tus ojos a estos dos enemigos; el uno es manifiesto, el otro oculto: el manifiesto es el hombre, el oculto el diablo. Ese hombre es como tú en cuanto a la naturaleza, aunque en cuanto a la fe y al amor, todavía no es como tú, pero podrá llegar a serlo. Al ser dos, a uno obsérvalo, y al otro trata de reconocerlo con la inteligencia; a uno ámalo, con el otro, ten cuidado. Porque el enemigo ese que ves, trata de rebajarte en aquello que él se siente vencido. Por ejemplo, si se siente superado por tus riquezas, quiere empobrecerte; si por tu honor, quiere humillarte; si es por tu valor, pretenderá hacerte débil; en una palabra, él está atento a arruinarte o arrebatarte aquello en lo que le aventajas. Y así mismo el enemigo oculto lo que quiere es privarte de aquello en que se siente vencido. Pues como hombre superarás al hombre en lo que te hace feliz; en cambio, como vences al diablo es con el amor al enemigo. Y lo mismo que el hombre está tramando quitarte, arrancarte o echar por tierra tu felicidad, en la que se siente superado, también el diablo busca la victoria privándote de aquello en lo que se siente derrotado. De ahí que debes mantener en tu corazón el amor al enemigo, y así vencerás al diablo. Ensáñese el hombre todo lo que le sea posible, que te quite todo lo que puede; si amas al que se ensaña abiertamente, queda vencido el que ocultamente se ensaña.

martes, 16 de abril de 2019

Miércoles Santo: la traición de Judas

Velad y orad siempre


R - ¿No pudisteis velar una hora conmigo, vosotros que os exhortabais a morir por mí? 
* ¿Acaso no veis a Judas como no duerme, sino que se apresura a entregarme a los Judíos? 
V - ¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para que no sucumbáis a la tentación. 
* ¿Acaso no veis a Judas como no duerme, sino que se apresura a entregarme a los Judíos?

(Breviario Romano, traducción)

El Amor a Dios (Martes Santo)

De un sermón de san Bernardo de Claraval (Var 29):

No améis al mundo ni lo que hay en él. Si alguno ama el mundo, el amor del Padre no esta en él. Porque todo lo que hay en el mundo, las pasiones carnales, el ansia de las cosas y la arrogancia, no provienen del Padre sino del mundo (1 Jn. 2,15-16). Así, pues, ¿existe algo que proceda del Padre y pueda suplir estas otras cosas? Sin duda alguna, y mucho más dulce y digno de amar que aquello otro. Pero no se debe confiar a los siervos y menos aun a los enemigos, porque ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad de Dios? El que quiere ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios (Sant. 4,4). Solamente a los amigos se les da esa confianza y se les dice: todo lo que el Padre tiene es mío, por eso os he dicho que recibe de lo mío y os lo anunciará (1 Jn. 16,15).

Dice san Gregorio que el amor es fuente de sabiduría. Así es, existe un triple amor capaz de excluir esas tres cosas que no proceden del Padre. Y a mi parecer, ese es el motivo de que se le pregunte tres veces a Pedro: ¿Me amas, me amas, me amas? Y tal vez esté incluido en aquel precepto de la ley: Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas (Dt. 6,5). Es decir, ámalo con ternura y entrañablemente, ámalo con prudencia, ámalo en gran medida.  El amor del corazón tiene cierta semejanza con el amor carnal, ya que el centro de nuestros impulsos afectivos está en el corazón.  El alma evoca una realidad más elevada, considerada como la sede de la sabiduría. Parece, pues, muy justo que se le pida amar con prudencia a Dios. 

Lo que hemos denominado amor afectivo del corazón fluye, en gran manera, con el recuerdo de la encarnación de Cristo y de todos los misterios de su vida terrena, sobre todo con el de la Pasión. 

domingo, 14 de abril de 2019

Lunes Santo

Seis días antes de la Pascua volvió Jesús a Betania, donde Lázaro había muerto, a quien Jesús resucitó (Del Evangelio del Lunes Santo - Jn. Cap. XII)


Del tratado 50 de san Agustín sobre el Evangelio de san Juan:


Jesús, pues, seis días antes de la Pascua vino a Betania, donde había muerto Lázaro, a quien levantó Jesús. Pues bien, le hicieron allí una cena y Marta servía; Lázaro, en cambio, era uno de los que se habían puesto a la mesa. Para que los hombres no supusiesen que él había sido hecho un fantasma porque, muerto, resucitó, era uno de los recostados; vivía, hablaba, tomaba parte en el festín; la verdad se mostraba, la incredulidad de los judíos era confundida. Se había puesto, pues, a la mesa el Señor con Lázaro y con los demás; servía Marta, una de las hermanas de Lázaro.


En cambio, María, la otra hermana de Lázaro, tomó una libra de perfume de nardo pístico, caro; ungió los pies de Jesús y con sus cabellos enjugó los pies de él, y la casa se llenó con el olor del perfume. Hemos escuchado el hecho; investiguemos el misterio. Tú, cualquiera que quieres ser una persona fiel, con María unge con perfume caro los pies del Señor. Ese perfume fue la justicia; por eso hubo una libra; además era perfume de nardo pístico, caro. Respecto a lo que asevera, pístico, debemos pensar en algún lugar de donde era este perfume caro; sin embargo, este adjetivo no es ocioso y está óptimamente en armonía con un sacramento. Pístis se llama en griego a la fe. Intentabas poner por obra la justicia: El justo vive de fe. Unge tú los pies de Jesús: viviendo bien, ve en pos de las huellas del Señor. Enjúgalos con los cabellos: si tienes cosas superfluas, da a los pobres y has enjugado los pies del Señor, pues los cabellos parecen cosas superfluas del cuerpo. Tienes qué hacer con tus cosas superfluas; para ti son superfluas, pero para los pies del Señor son necesarias. Los pies del Señor pasan quizá necesidad en la tierra. En efecto, ¿de quiénes, sino de sus miembros, va a decir al final: «Cuando lo hicisteis a uno de mis mínimos, a mí lo hicisteis? Habéis gastado vuestras cosas superfluas, pero os habéis dedicado a mis pies».



Pues bien, la casa se llenó del olor, el mundo se ha llenado de la buena fama, porque olor bueno es la buena fama. Quienes viven mal y se llaman cristianos, hacen una injuria a Cristo; de quienes son así está dicho que por su culpa se denuesta el nombre de Dios. Si por culpa de tales individuos se denuesta el nombre de Dios, mediante los buenos se loa el nombre del Señor. Escucha al Apóstol: Somos en todo lugar, afirma, olor bueno del Mesías.


En el monte de los Olivos (Ramos)

Acercándose Jesús a Jerusalén, y llegando a Betfagé al pie del monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos. (Mt. Cap. XXI)

Es digno de atención el hecho de subir al templo después de dejar a los Judíos, aquel Señor que debía habitar en el corazón de los gentiles. El verdadero templo es aquel que el Señor es adorado, no según la letra, sino en espíritu. El templo de Dios es el que está constituido, no por una construcción de piedras, sino por el encadenamiento de las verdades de la fe. El Señor abandona, pues, a los que le odiaban, y escoge a los que debían amarle. Y por eso sube al monte de los Olivos, para plantar con su virtud divina estos noveles retoños de olivos que tienen por madre la Jerusalén espiritual. En este monte está Él mismo, el celeste agricultor, de tal suerte que cuantos se hallan plantados en la casa de Dios, puedan decir verdaderamente: “Yo soy como olivo fructífero que está en la casa del Señor”.

Del libro 9 de S. Ambrosio sobre san Lucas

Sermón 11 de san León, Papa, sobre la Pasión del Señor

He aquí, carísimos, que nos hallamos ya en la festividad de la Pasión del Señor tan deseada por nosotros y tan necesaria a todo el mundo; en medio de los transportes de los goces espirituales que nos comunica, no podemos permanecer en silencio. Y si bien es difícil hablar digna y convenientemente muchas veces sobre una misma solemnidad, con todo, no puede el sacerdote sustraerse al deber de predicar a los pueblos fieles, tratándose de un tan gran misterio de la divina misericordia. 


Siendo la materia en si misma inefable, por lo mismo proporciona recursos para hablar; y nunca puede ser suficiente lo que se diga, porque nunca se agotará el asunto que se trata. Por consiguiente, humíllese la debilidad humana delante de la gloria de Dios, y confiese que es siempre insuficiente para exponer las obras de su misericordia. Esfuércese nuestra inteligencia, permanezca en suspenso nuestro espíritu, y deficiente nuestra expresión. Nos conviene darnos cuenta de lo pequeñas que son ante la realidad nuestras ideas más elevadas acerca de la majestad del Señor. 



Al decir el profeta; “Buscad al Señor, y esforzaos, buscad siempre su rostro”, nadie pretenda haber hallado todo lo que busca; no sea que deje de acercarse a él si deja de encaminarse hacia él. Ahora bien, entre todas las obras de Dios ante las cuales desfallece la admiración humana ¿hay otra que conmueva nuestro espíritu y sea superior a las fuerzas de la inteligencia como la Pasión del Salvador? 



El cual, para librar al linaje humano de la esclavitud de la mortal prevaricación, ocultó la potencia de su majestad al furor del diablo, y no le opuso más que la flaqueza de nuestra debilidad. Si aquel enemigo cruel y soberbio hubiese podido conocer el designio de la misericordia de Dios, ciertamente que habría preferido inspirar sentimientos de mansedumbre en el ánimo de los Judíos que odios injustos, a fin de no perder el dominio de sus esclavos, persiguiendo la libertad de aquel que nada le debía. 



Su malignidad le engañó; infirió al Hijo de Dios un suplicio que había de redundar en remedio de todos los hijos de los hombres. Derramó la sangre inocente que debía ser la reconciliación del mundo y nuestra bebida. El Señor sufrió lo que había elegido según los designios de su voluntad. 



Se puso en manos de sus enfurecidos enemigos, los cuales, al dejarse arrastrar por su propia maldad, se hicieron  servidores del Redentor. Era tanta la ternura de su amor a favor de los mismos que le crucificaban, que estando en la Cruz, suplicaba a su Padre, no que los castigase sino que los perdonase. 


sábado, 13 de abril de 2019

Acechanzas de la perfidia y Omnipotencia del Bien

Los príncipes de los sacerdotes deliberaban quitar también la vida a Lázaro, visto que muchos Judíos, por su causa, se apartaban de ellos, y creían en Jesús (Del Evangelio del Sábado de Pasión Jn. Cap. XII)

Del tratado 50 de san Agustín sobre el Evangelio de san Juan:

Habiendo visto los Judíos a Lázaro resucitado, por lo mismo que un tan grande milagro del Señor, era patente de tal suerte que no podían ocultar ni negarlo que se había realizado, ved lo que maquinaron: “Los príncipes de los sacerdotes pensaron de qué manera darían la muerte a Lázaro”. 

¡Oh necio pensamiento y ciega maldad! Nuestro Señor Jesucristo, que pudo resucitar a un muerto de enfermedad, ¿no podría acaso resucitarle si le diesen la muerte? Al dar la muerte a Lázaro, ¿por ventura quitaríais el poder al Señor? 

Si os parece que no es lo mismo resucitar al que ha muerto que resucitar al que ha sido muerto, he aquí que el señor realizó ambas cosas: resucitó a Lázaro muerto, y a si propio a quien crucificaron. 

viernes, 12 de abril de 2019

Semejanza con Dios

De cómo el alma puede recobrar la semejanza con el esposo



De un sermón de san Bernardo de Claraval  (SCant 83,3-5)

Esta conformidad une al alma con el Verbo, cuando, siéndole ella semejante por su naturaleza, procura semejarse a Él por su voluntad, amándole como por Él es amada. Luego, si le ama perfectamente se desposa con Él. ¿Existe otra cosa más dulce que esta conformidad? ¿Algo más deseable que este amor que , no contentándose el alma con las instrucciones recibidas de los hombres, se acerca animosamente ella misma al Verbo, se adhiera fuertemente a Él, pregunte y consulte familiarmente sobre todas las cosas, de modo que la capacidad de su inteligencia es la medida de la audacia de sus deseos?  

Todo ello constituye un verdadero contrato de matrimonio espiritual y santo. Y aun me quede corto diciendo “contrato”, es abrazo. Abrazo, ciertamente, cuando un mismo querer, un mismo no querer, hace de dos espíritus uno solo. Y no es de temer la disparidad de las personas haga claudicar en algo la conveniencia de voluntades, porque el amor no entiende de respeto: Amor venerantiam nescit, o lo que es lo mismo, amor de amar, no de honrar. Honre, de buena manera, el que sienta horror, el que sienta estupor, el que teme, el que admira; todo eso está de más en el amante. El amor abunda para sí. El amor, cuando viene, traduce y cautiva en sí mismo todos los afectos. Por eso ama lo que ama y no sabe otra cosa.  

Él mismo (el Esposo), que merece ser honrado, excita la sorpresa y la admiración, pero ama más ser amado (…)

El Misterio del Sumo Pontífice, un hombre malo

Los pontífices y fariseos juntaron consejo, y dijeron: ¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos milagros. (Del Evangelio del viernes de Pasión, Jn. Cap. 11)

Del tratado 49 de san Agustín del Evangelio de san Juan:

Los pontífices y los fariseos reunieron el consejo y decían: ¿Qué hacemos? No decían empero «creamos». En efecto, hombres perdidos, más que en cómo mirar por sí para no perecer, pensaban en cómo dañar para destruir; y, sin embargo, temían y, por así decirlo, deliberaban. En efecto, decían: ¿Qué hacemos? Porque este hombre hace muchos signos: si lo dejamos así, todos creerán en él, y vendrán los romanos y aniquilarán el lugar y la nación nuestros. 
Temieron perder lo temporal, mas no pensaron en la vida eterna, y así perdieron una y otra cosa. De hecho, los romanos, tras la pasión y glorificación del Señor, les aniquilaron el lugar y la nación, tomándolo por las armas y trasladándola; y les toca en suerte lo que en otra parte está escrito: En cambio, los hijos de este reino irán a las tinieblas exteriores. Pues bien, porque percibían que la doctrina de Cristo se oponía al templo mismo y a sus leyes patrias, temieron esto: que, si todos creían en Cristo, nadie quedaría para defender contra los romanos la ciudad y el templo de Dios. 
Ahora bien, uno de ellos, Caifás, como fuese pontífice de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada ni pensáis que nos conviene que por el pueblo muera un único hombre, y no perezca la nación entera». Ahora bien, no dijo esto por su propia cuenta, sino que, como fuese sumo pontífice de aquel año, profetizó. Aquí se nos enseña que el espíritu de profecía predice el futuro incluso mediante hombres malos; el evangelista empero atribuye esto a un misterio divino, porque fue pontífice, esto es, sumo sacerdote.

martes, 9 de abril de 2019

El mundo me aborrece porque doy testimonio contra él, dice el Señor

¡Ni sus parientes creían en Él! "Mi tiempo aun no ha venido, mas vuestro tiempo siempre está preparado. No puede el mundo aborreceros a vosotros: mas a mi me aborrece; porque yo doy testimonio de él, que sus obras son malas". (Del Evangelio del martes de Pasión. Jn. Cap. VII)

Muchos clérigos y laicos conciliares y posconciliares no querían ni escuchar que se hable mal o negativamente del mundo o de la relación cautelosa y aguerrida que debe llevar la Iglesia ante el mundo. Llamaban a los que pensaban así despectivamente “profetas de desgracias”.  Forman parte, a la luz de la perícopa evangélica ut supra mencionada, de los que el mundo no aborrece, porque no dan testimonio de que sus obras son malas, contemporizan con él, relativizan la doctrina para agradara los poderes humanos y no humanos del mundo. Pero a ellos los aborrece Dios. 

En cambio los tradicionalistas, la historia reciente lo dice, han sufrido constante persecución por fuera y sobre todo, la más dolorosa, por dentro de la Iglesia. Ellos son aborrecidos porque dan testimonio contra el mundo, y contra toda  unión de la Iglesia y el mundo, porque sus obras son malas. A estos “profetas de desgracias” los ama Dios, quien no dudó en sacrificar a su Hijo para expiación de nuestros pecados y abrirnos las puertas del Cielo para los que se arrepienten y hacen penitencia. 

C-

lunes, 8 de abril de 2019

Padre, perdónalos


Cuando el cojo aquel que se sentaba a la puerta se levantó a la voz de Pedro y caminó por su pie, de modo que los hombres se asombraron, Pedro les dijo que hizo eso no con su poder, sino con la fuerza de aquel a quien ellos asesinaron. 


Muchos, compungidos, dijeron: ¿Qué haremos? 

Se vieron, en efecto, ligados por el ingente crimen de impiedad, porque asesinaron a quien debieron venerar y adorar, y supusieron que esto era inexpiable. 

Grande era, en efecto, el delito cuya consideración los hacía desesperar; pero no debían desesperar esos por quienes el Señor, pendiente en la cruz, se dignó orar. 

Había dicho, en efecto: Padre, perdónalos, porque desconocen qué hacen. 

Veía, entre muchos extraños, a algunos suyos; pedía perdón para esos de quienes aún recibía injurias, pues se fijaba no en que moría a manos de ésos mismos, sino en que moría por ésos mismos. 

(San Agustín, del tratado 31 sobre san Juan)

domingo, 7 de abril de 2019

Sermón del Domingo de Pasión


Decía Jesús a las turbas de los Judíos: ¿Quién de vosotros me convencerá de pecado? Pues si yo os digo la verdad, ¿por qué no me creéis? (Jn. Cap. VIII)

Homilía 18 sobre los Evangelios de san Gregorio, Papa

Considerad, hermanos carísimos, la mansedumbre de Dios. Había venido para perdonar los pecados, y decía: “¿Quién de vosotros podrá argüirme de pecado?” No se desdeña de mostrar con razonamientos que él no era pecador, el mismo que por la virtud de su divinidad, podía justificar a los pecadores. 

Pero es muy terrible lo que sigue: “Aquél que es de Dios, escucha las palabras de Dios, y por eso vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios”; sí, pues, aquél que es de Dios oye las palabras de Dios, y no las puede oír todo aquel que no es de Dios, pregúntese cada uno de vosotros si el oído de su corazón percibe las palabras de Dios, y con esto entenderá de dónde sea. 

La Verdad manda que deseemos la patria celestial, que mortifiquemos los deseos de la carne, declinando la gloria del mundo; que no deseemos lo ajeno, y que demos de lo propio. 

Por consiguiente, cada uno de vosotros examine dentro de sí mismo, si esta voz de Dios ha sido atendida por el oído de su corazón, y de esta suerte conocerá que ya es de Dios. Pues hay no pocos que ni se dignan escuchar con los oídos corporales los preceptos de Dios. Y también existen no pocos, que a la verdad, escuchan estos preceptos con los oídos corporales, pero no tienen el menor deseo de practicarlos. 

Y hay también algunos, que reciben con buena voluntad las palabras de Dios, de tal suerte que compungidos derraman lágrimas, mas después de haber llorado sus pasadas iniquidades vuelven a ellas. Estos, a la verdad, no oyen las palabras de Dios, ya que no se dignan ponerlas en obras. Vosotros, carísimos hermanos, considerad vuestra vida, y con profunda atención, temed lo que nos dice la misma Verdad: “Por esto vosotros no oís, porque no sois de Dios”. 

Mas esto que la Verdad dice de los que merecen ser reprobados, lo manifiestan ellos mismos con sus obras. Véase, en efecto, lo que sigue: “Respondieron los Judíos y dijeron: ¿Acaso no decimos bien nosotros que eres samaritano y que tienes el demonio?” Mas, escuchemos lo que responde el Señor, después de haber recibido tan gran injuria: “Yo no tengo el demonio sino que honro a mi Padre, y vosotros me habéis deshonrado”. 

La palabra samaritano significa guardián, y lo es, y lo es, en verdad, aquel a quien el salmista dice: “Si el Señor no guarda la ciudad, en vano velan los que la guardan”; y al cal se dice por Isaías: “Centinela, ¿qué ha habido esta noche? Centinela ¿qué ha habido esta noche?”. He aquí por qué el Señor no quiso responder: no soy Samaritano; sino: Yo no tengo el demonio. Dos cosas le echarán en cara: una la negó, la otra, callando, la confirma. 

Tiempo de Pasión


Sermón 9 de Cuaresma de san León, Papa

No ignoramos, amadísimos, que entre todas las solemnidades cristianas, el misterio pascual es el que ocupa el primer lugar. Para celebrarle digna y convenientemente, nos prepara y dispone, mediante la reforma de nuestras costumbres, nuestra conducta durante todo el resto del año; mas los días presentes nos obligan todavía más a una mayor devoción, puesto que sabemos que están más próximos a aquel en que celebraremos el sublime misterio de la misericordia divina. 

Para estos días, muy razonablemente los santos Apóstoles, inspirados por el Espíritu Santo, instituyeron mayores ayunos, a fin de que estando todos más unidos con la cruz de Cristo, también hagamos algo de lo mucho que por nosotros practicó. Como dice el Apóstol: “Si padecemos con él, también seremos con él glorificados”. Ya que cuantos participan de la pasión de Cristo tienen esperanza cierta en la bienaventuranza que prometió. 

A nadie, amadísimos, se niega la participación en esta gloria, sin que sea obstáculo para ello la condición del tiempo, ya que la tranquilidad y la paz no nos privan de la práctica de la virtud. Ya lo predijo el Apóstol, diciendo: “Todos los que quieren piadosamente en Cristo, sufrirán persecución”. Y por lo mismo jamás faltan las pruebas de la persecución, si no se deja la práctica de la piedad. 

Y a la verdad, el Señor en sus exhortaciones dice: “Quién no toma su cruz y me sigue no es digno de mi”. Ni hay duda que esta palabra va dirigida, no solamente a los discípulos de Cristo, sino a todos los fieles, a toda la Iglesia, la cual en su universalidad escuchaba las condiciones de la salvación en la persona de los que estaban presentes. 

Así como conviene a todo este cuerpo vivir piadosamente, así es propio de todos los tiempos llevar la cruz, y no en vano se aconseja a cada uno que la lleve, ya que cada uno sufre su peso en una forma y según una medida que le son propias. Uno es el nombre de la persecución, pero la causa del combate no es una sola, y generalmente hay más peligro en el enemigo oculto que en el manifiesto. El bienaventurado Job enseñado por la alternativa de los males y bienes de este mundo, decía muy piadosa y verdaderamente: “¿Acaso no es una tentación toda la vida del hombre sobre la tierra?” 

Ya que el alma fiel no solamente sufre los dolores del cuerpo, sino que, aun cuando permanezcan sanos todos los miembros corporales, se ve amenazada por una grave enfermedad si se deja debilitar por los placeres de la carne. Pero, como “la carne tiene deseos contrarios a los del espíritu, y el espíritu a los de la carne” el alma racional, con el auxilio de la cruz de Cristo, no consiente en los deseos culpables al ser tentada, por sentirse como traspasada por los clavos de la continencia y el temor de Dios. 

sábado, 6 de abril de 2019

Importante: la razón de ser del blog


Este espacio pretende humildemente con la gracia divina dedicarse a lo relativo a la espiritualidad (en sentido estricto y más usual), en el contexto de la Iglesia actual, sin obviar la lucha que  desencadena el modernismo dentro de ella.

Me pareció que faltaban bitácoras con estos temas en español, ya que las de orientación antimodernista casi no se dedicaban al tema de espiritualidad tradicional o lo hacían de modo secundario.

Por ello, ya que cada uno no puede abarcar al todo, entre los ortodoxos habrá blogs de denuncias, otro contra abusos litúrgicos, otros más de fondo, y este (y otros que hubiere) entre los de espiritualidad.

Dejo visible la dirección de un correo electrónico para que, con la mayor reserva de nombres, etc., podamos contestar en la medida de nuestras posibilidades lo que plantee cada uno. Así también construimos el blog entre todos.

In Corde Iesu et Mariae.

C.-

El momento presente

“Dios te espera en el momento presente. Si captas el aplicarte a él como una clavija a la toma de la corriente, la luz y la fuerza pasarán. Pero en la inmensa habitación en la que te encuentras no hay más que una toma de corriente pequeña, pequeña…” “El instante presente es el punto de inserción de Dios en tu vida, y a través de ti en la vida del mundo. Pero Dios no pasa sin tu libre consentimiento.” 1

“De este contacto con Dios en cada momento nace entonces un instante perpetuo, una constante unión a Dios a través de todo. Aunque esté absorbido por la vida activa, el alma permanece con Jesús en una renovación inalterable, en una profunda soledad con él sólo. Puede percibir sin cesar la presencia de Dios en cada acontecimiento y en cada circunstancia.”

“El momento presente es, pues, el fundamento mismo de nuestra unión con Dios. Es cierto que la presencia divina se hace más patente en la oración o en el sufrimiento. En los Sacramentos, sobre todo, Dios se entrega a nosotros de un modo especial. Pero todo instante nos da a Dios. Por eso podría decirse que el momento presente es en cierto modo el sacramento perpetuo. Pero entonces todo despilfarro se convierte en una profanación.” 2

1 – Quois, M.: Réussir, pp. 101 y ss.
2 – Víctor de la Vierge, O.C.D.: L´Instant présent (Pour un réalisme spirituel), Noviciat de Carmes, Bernay-en-Champagne (Sarthe).