"De hecho, los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios, ni innovadores, son tradicionalistas" (Papa san Pío X)

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sábado, 4 de mayo de 2019

Amor unitivo

De los escritos del padre Gabriel de Santa María Magdalena (1893 - 1953).


Dios mío, que me has infundido en mi el amor, deja que este crezca hasta el punto de unirme a ti. 

1 - Dios, a través de la purgación espiritual, "produce efectos maravillosos en el alma, la ilumina y la ilumina con ardientes deseos de solo amor divino, no de cualquier otra cosa" (GCN II, 13, 11). Precisamente de esta manera, en la medida en que se separa de la tierra dejando a un lado todo el afecto y el apetito de las criaturas, el alma asciende a la "escalera secreta" del amor que, en la medida de lo posible, la eleva hasta su Creador, "solo para el el amor es lo que une el alma con Dios "(ibid., 18, 5). 

Esta ignición del amor no se siente al comienzo de la purificación, porque entonces "el fuego divino realiza toda su obra más para secar y disponer el alma que para calentarla; pero, en el transcurso del tiempo, cuando ya lo ha calentado lo suficiente, el alma muy a menudo siente el ardor amoroso "(ibid., 12, 5). El resplandor del amor puede ir acompañado de un gran deleite espiritual; son entonces momentos de inmensa alegría en los que el alma predice la unión con Dios a la que se está acercando, alegría que la recompensa ampliamente de todos los dolores y ansiedades sufridos en la oscuridad de la noche y que la alienta a abrazar con buena voluntad aquellos que aún tendrá que sufrir para alcanzar la unión perfecta. Sin embargo, es útil recordar que la ascensión del amor no consiste en la alegría que el alma puede experimentar. 

Sin embargo, lo que debería interesarnos no es ya disfrutar del amor, sino progresar rápidamente en él, precisamente porque solo el amor es la fuerza que nos puede unir a Dios. 

Al tratar este tema, San Juan de la Cruz declara: "La inclinación del alma, la fuerza y ​​la virtud que tiene para ir a Dios es el amor ... y, por lo tanto, cuanto más grados de amor tiene, más profundamente entra" en Dios y se concentra con él "(F. 1.13). A medida que la piedra en la caída es atraída hacia el centro de la tierra por la fuerza de la gravedad, el alma es atraída hacia Dios por la fuerza del amor. Cuanto más fuerte sea este amor, más poderoso será arrastrarlo todo a Dios y unirlo por completo a él: "el amor más fuerte es el más unitivo" (ibid). ¿Puede el alma, por lo tanto, que sinceramente desea unirse a Dios, no aplicarse con todas sus fuerzas para crecer en amor? 

2 - A un grado de amor imperfecto corresponde un grado de unión imperfecta, mientras que el amor perfecto corresponde a una unión perfecta. [...] Un grado de amor es suficiente, es decir, la observancia de la ley divina que asegura que el estado de gracia sea suficiente, para que Dios se haga presente en el alma, haciendo una morada con ella y, por lo tanto, el alma pueda vivir para él en tal estado; pero es evidente que una unión muy imperfecta con Dios corresponde a este primer grado de amor y gracia. En este estado, el alma ya está en su centro, es decir, en Dios, y vive ya unida a aquel que se digna a habitarla por gracia, pero todavía tiene un largo camino por recorrer para alcanzar su centro más profundo, es decir, para penetra en las profundidades de Dios y vive íntimamente y perfectamente unido a él. Las etapas de este viaje están marcadas por el progreso en el amor; cuanto más ama el alma, más se sumerge en Dios y, por otro lado, el mismo Dios, al darse cuenta de su promesa, se hace cada vez más presente por gracia, invitándola a una amistad y una unión cada vez más íntima. [...]

El amor realiza el gran milagro: atrae a Dios al alma que lo ama y lo lanza a Dios; a través del amor, una criatura miserable se encuentra con su Creador y se une a él de una manera tan íntima y perfecta como para permanecer completamente transformada y divinizada. ¿Qué mayor regalo podría darnos Dios que crearnos en amor, infundir en nosotros amor, la gran fuerza capaz de unirnos con él? 

Coloquio: "Oh, amado Rey pacífico, deseado por todos los corazones generosos del cielo y la tierra, que con infinita dulzura me pides que te ame con todo mi corazón, con toda mi mente, con todas mis fuerzas, no desprecies mis suspiros y mis deseos.

"El Rey más querido, que vino al mundo a reinar en los corazones de los hombres con el más dulce imperio de caridad, déjame amarte con todo mi corazón y con toda la fuerza de mi mente. Haz, oh muy amado Señor, que no viva en mí, sino en ti, que eres mi vida, y que me transformes en ti a través del efecto del amor. Comunícame ese fuego muy dulce que arde en tu corazón y haz que en todas las cosas busque solo para ti, la verdadera paz y el centro de mi alma. De ti no quiero nada más que me enciendas con tu fuego eterno, que genera en mi corazón tanta preocupación por ti que día y noche siempre te busca a ti mismo; deja que esta solicitud me inspire a usar todas las cosas, a aprovechar todas las oportunidades y a inventar siempre nuevos medios para darte gusto y mover a todas las criaturas para que te sirvan. 

"Entra en mí, oh dulce Esposo de mi alma, oh, el corazón más ardiente y más deseoso de mi corazón, entra en tu casa como un Señor absoluto y gobierna imperiosamente con el poder de tu amor omnipotente. Hoy quisiera, oh magnífico Hijo de Dios, que te atrajera, y que mi alma se transformara en tuya y, después de eso, fueras mi alma, mi vida, el único consuelo de mi corazón afligido, mi alma, mi Alivio "(Ven. Giovanni di  GM, ocd). 


[Escrito de "Intimità Divina", por el padre Gabriele de Santa María Magdalena, publicado por el Monasterio de San José de los Carmelitas Descalzos de Roma, imprimatur: Vicetiae, 4 Martii 1967, + C. Fanton, Ep.us Aux.].

Visto en Cordialiter

domingo, 28 de abril de 2019

Domínica in Albis

"En aquél tiempo: En aquél día, el primero de la semana, siendo ya tarde, y estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban reunidos los discípulos por miedo de los Judíos, vino Jesús, y apareciéndose en medio de ellos, les dirigió estas palabras: "La paz sea con vosotros". Y lo que sigue. (Del Evangelio según san Juan Cap. XX, 19-31). 


- Homilía 26 sobre los Evangelios de san Gregorio, Papa:

I
La primera cuestión que se ofrece a nuestra mente cuando oímos la lectura del Evangelio de este día, es la siguiente: ¿de qué modo fue un verdadero cuerpo del Señor después de la resurrección, y como pudo presentarse a los discípulos estando las puertas cerradas? A esto debemos responder que si las obras divinas se comprendieran con la razón, no serían admirables, ni la fe tendría merito si la razón explicase el misterio. Estas obras de nuestro Redentor, que son completamente incomprensibles, las hemos de comparar con otras que realizo en otras circunstancias, a fin de aumentar nuestra fe en estas cosas admirables, con la consideración de otras mucho más maravillosas. Tengamos presente, que aquel cuerpo del Señor que se presentó a sus discípulos estando las puertas cerradas, es el mismo que en su natividad vino al mundo sin abril el seno de la Virgen. Por lo mismo ¿Qué tiene de admirable que entrase estando las puertas cerradas, el que después de su resurrección había de reinar eternamente, si viniendo para morir salió del seno cerrado de la Virgen?

II
Mas porque la fe de los que le miraban dudaba de aquel cuerpo que contemplaban, les mostró al instante las manos y el costado, les ofreció, para que la tocaran, aquella carne que entró estando las puertas cerradas. Con lo cual, les dio prueba de dos cosas admirables, y que parecen contrarias a la humana razón, a saber; que siendo su cuerpo después de la resurrección incorruptible, con todo se podía palpar, siendo así que todo lo palpable está sujeto a corrupción, y no es palpable lo que no se corrompe. Y no obstante, de una manera admirable e inestimable, nuestro Redentor después de su resurrección mostró su cuerpo incorruptible y palpable. Lo cual realizó, a fin de que mostrándolo incorruptible nos invitara al premio, y ofreciéndolo palpable nos confirmase en la fe. Así pues, lo mostró incorruptible y palpable, para enseñarnos que verdaderamente su cuerpo después de la resurrección era de la misma naturaleza que antes, pero con una gloria mucho mayor.

III
Y les dijo: “La paz sea con vosotros. Así como me envió mi Padre, así yo os envío a vosotros”. Esto es, así como mi Padre Dios me envío a mí que soy Dios; así yo Hombre, os envió a vosotros hombres. El Padre envió al Hijo, aquel mismo que quiso se encarnase para la redención del linaje humano. Quiso que se encarnase para padecer, y con todo amaba a aquel Hijo que quiso sufriese la pasión. Así también el Señor envió a los Apóstoles, no a los goces del mundo, sino a lo mismo que él fue enviado, es decir a la pasión y a los sufrimientos. Por lo mismo, así como el Hijo amado por el Padre es enviado a los sufrimientos, así los discípulos son amados por el Señor, y con todo son enviados al mundo para padecer. Por lo cual dice con toda verdad; “Así como me envió el Padre, así yo os envío” Es decir, que al enviaros en medio de los escándalos de los perseguidores, os amo con aquella caridad con la cual me ama el Padre, quien me envió para los sufrimientos de la pasión.


martes, 23 de abril de 2019

Humildad

Carta de San Jerónimo a Antonio, monje de Hemona. 

(También Antonio calla - Diez cartas ha escrito ya Jerónimo a este asceta de Hemona. Ni aun así ha logrado sacarle de su hostil silencio. No es muy arriesgado pensar en una confabulación de las gentes de Hemona contra Jerónimo, por causas desconocidas).

Nuestro Señor, maestro de humildad, una vez que sus discípulos discutían acerca de preeminencias, llamando a uno de los pequeñuelos les dijo: El que de vosotros no se haga como un niño pequeño, no puede entrar en el reino de los cielos. Y, para que no se pensara que enseñaba pero no hacía, lo cumplió con el ejemplo, lavando los pies a los discípulos y recibiendo a quien le traicionaba con un beso, conversando con la samaritana, hablando del reino de los cielos con María mientras ella estaba sentada a sus pies, y apareciéndose en primer lugar a las débiles mujeres después de resucitar de entre los muertos. Satanás, por el contrario, cayó derribado de su cumbre de arcángel no por otra causa que por su soberbia, enemiga de la humildad. Y el pueblo judío, que buscaba para sí los primeros asientos y los saludos en las plazas, fue destruido, y como sucesor suyo fue designado el pueblo gentil, considerado antes como la gota de agua que rezuma de un cántaro. 

También Pedro y Santiago, pescadores, son enviados contra los sofistas del siglo y los sabios del mundo, por lo que la Escritura dice: Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da su gracia. Ya ves, hermano, qué malo es tener a Dios por contrario. Por eso, en el Evangelio, el fariseo arrogante es despreciado, y el humilde publicano es atendido. Diez cartas te he enviado ya, si no me engaño, tan llenas de afecto como de ruegos, y tú ni siquiera te dignas escribir una palabra; y mientras el Señor habla con sus siervos, tú, hermano, no hablas con el hermano. «Demasiado insultante», me dirás. Pues créeme, si el respeto a las formas no me lo impidiera, con lo ofendido que estoy te lanzaría tal cúmulo de insultos que, al menos irritado, te decidieras a contestarme. Pero como irritarse es de hombres, y no insultar a nadie, de cristianos, vuelvo a mi antigua costumbre y de nuevo te ruego que ames a quien te ama y, puesto que también tú eres siervo, concedas la palabra a tu consiervo.

domingo, 14 de abril de 2019

En el monte de los Olivos (Ramos)

Acercándose Jesús a Jerusalén, y llegando a Betfagé al pie del monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos. (Mt. Cap. XXI)

Es digno de atención el hecho de subir al templo después de dejar a los Judíos, aquel Señor que debía habitar en el corazón de los gentiles. El verdadero templo es aquel que el Señor es adorado, no según la letra, sino en espíritu. El templo de Dios es el que está constituido, no por una construcción de piedras, sino por el encadenamiento de las verdades de la fe. El Señor abandona, pues, a los que le odiaban, y escoge a los que debían amarle. Y por eso sube al monte de los Olivos, para plantar con su virtud divina estos noveles retoños de olivos que tienen por madre la Jerusalén espiritual. En este monte está Él mismo, el celeste agricultor, de tal suerte que cuantos se hallan plantados en la casa de Dios, puedan decir verdaderamente: “Yo soy como olivo fructífero que está en la casa del Señor”.

Del libro 9 de S. Ambrosio sobre san Lucas

martes, 9 de abril de 2019

El mundo me aborrece porque doy testimonio contra él, dice el Señor

¡Ni sus parientes creían en Él! "Mi tiempo aun no ha venido, mas vuestro tiempo siempre está preparado. No puede el mundo aborreceros a vosotros: mas a mi me aborrece; porque yo doy testimonio de él, que sus obras son malas". (Del Evangelio del martes de Pasión. Jn. Cap. VII)

Muchos clérigos y laicos conciliares y posconciliares no querían ni escuchar que se hable mal o negativamente del mundo o de la relación cautelosa y aguerrida que debe llevar la Iglesia ante el mundo. Llamaban a los que pensaban así despectivamente “profetas de desgracias”.  Forman parte, a la luz de la perícopa evangélica ut supra mencionada, de los que el mundo no aborrece, porque no dan testimonio de que sus obras son malas, contemporizan con él, relativizan la doctrina para agradara los poderes humanos y no humanos del mundo. Pero a ellos los aborrece Dios. 

En cambio los tradicionalistas, la historia reciente lo dice, han sufrido constante persecución por fuera y sobre todo, la más dolorosa, por dentro de la Iglesia. Ellos son aborrecidos porque dan testimonio contra el mundo, y contra toda  unión de la Iglesia y el mundo, porque sus obras son malas. A estos “profetas de desgracias” los ama Dios, quien no dudó en sacrificar a su Hijo para expiación de nuestros pecados y abrirnos las puertas del Cielo para los que se arrepienten y hacen penitencia. 

C-

sábado, 6 de abril de 2019

El momento presente

“Dios te espera en el momento presente. Si captas el aplicarte a él como una clavija a la toma de la corriente, la luz y la fuerza pasarán. Pero en la inmensa habitación en la que te encuentras no hay más que una toma de corriente pequeña, pequeña…” “El instante presente es el punto de inserción de Dios en tu vida, y a través de ti en la vida del mundo. Pero Dios no pasa sin tu libre consentimiento.” 1

“De este contacto con Dios en cada momento nace entonces un instante perpetuo, una constante unión a Dios a través de todo. Aunque esté absorbido por la vida activa, el alma permanece con Jesús en una renovación inalterable, en una profunda soledad con él sólo. Puede percibir sin cesar la presencia de Dios en cada acontecimiento y en cada circunstancia.”

“El momento presente es, pues, el fundamento mismo de nuestra unión con Dios. Es cierto que la presencia divina se hace más patente en la oración o en el sufrimiento. En los Sacramentos, sobre todo, Dios se entrega a nosotros de un modo especial. Pero todo instante nos da a Dios. Por eso podría decirse que el momento presente es en cierto modo el sacramento perpetuo. Pero entonces todo despilfarro se convierte en una profanación.” 2

1 – Quois, M.: Réussir, pp. 101 y ss.
2 – Víctor de la Vierge, O.C.D.: L´Instant présent (Pour un réalisme spirituel), Noviciat de Carmes, Bernay-en-Champagne (Sarthe).