"De hecho, los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios, ni innovadores, son tradicionalistas" (Papa san Pío X)

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sábado, 4 de mayo de 2019

Amor unitivo

De los escritos del padre Gabriel de Santa María Magdalena (1893 - 1953).


Dios mío, que me has infundido en mi el amor, deja que este crezca hasta el punto de unirme a ti. 

1 - Dios, a través de la purgación espiritual, "produce efectos maravillosos en el alma, la ilumina y la ilumina con ardientes deseos de solo amor divino, no de cualquier otra cosa" (GCN II, 13, 11). Precisamente de esta manera, en la medida en que se separa de la tierra dejando a un lado todo el afecto y el apetito de las criaturas, el alma asciende a la "escalera secreta" del amor que, en la medida de lo posible, la eleva hasta su Creador, "solo para el el amor es lo que une el alma con Dios "(ibid., 18, 5). 

Esta ignición del amor no se siente al comienzo de la purificación, porque entonces "el fuego divino realiza toda su obra más para secar y disponer el alma que para calentarla; pero, en el transcurso del tiempo, cuando ya lo ha calentado lo suficiente, el alma muy a menudo siente el ardor amoroso "(ibid., 12, 5). El resplandor del amor puede ir acompañado de un gran deleite espiritual; son entonces momentos de inmensa alegría en los que el alma predice la unión con Dios a la que se está acercando, alegría que la recompensa ampliamente de todos los dolores y ansiedades sufridos en la oscuridad de la noche y que la alienta a abrazar con buena voluntad aquellos que aún tendrá que sufrir para alcanzar la unión perfecta. Sin embargo, es útil recordar que la ascensión del amor no consiste en la alegría que el alma puede experimentar. 

Sin embargo, lo que debería interesarnos no es ya disfrutar del amor, sino progresar rápidamente en él, precisamente porque solo el amor es la fuerza que nos puede unir a Dios. 

Al tratar este tema, San Juan de la Cruz declara: "La inclinación del alma, la fuerza y ​​la virtud que tiene para ir a Dios es el amor ... y, por lo tanto, cuanto más grados de amor tiene, más profundamente entra" en Dios y se concentra con él "(F. 1.13). A medida que la piedra en la caída es atraída hacia el centro de la tierra por la fuerza de la gravedad, el alma es atraída hacia Dios por la fuerza del amor. Cuanto más fuerte sea este amor, más poderoso será arrastrarlo todo a Dios y unirlo por completo a él: "el amor más fuerte es el más unitivo" (ibid). ¿Puede el alma, por lo tanto, que sinceramente desea unirse a Dios, no aplicarse con todas sus fuerzas para crecer en amor? 

2 - A un grado de amor imperfecto corresponde un grado de unión imperfecta, mientras que el amor perfecto corresponde a una unión perfecta. [...] Un grado de amor es suficiente, es decir, la observancia de la ley divina que asegura que el estado de gracia sea suficiente, para que Dios se haga presente en el alma, haciendo una morada con ella y, por lo tanto, el alma pueda vivir para él en tal estado; pero es evidente que una unión muy imperfecta con Dios corresponde a este primer grado de amor y gracia. En este estado, el alma ya está en su centro, es decir, en Dios, y vive ya unida a aquel que se digna a habitarla por gracia, pero todavía tiene un largo camino por recorrer para alcanzar su centro más profundo, es decir, para penetra en las profundidades de Dios y vive íntimamente y perfectamente unido a él. Las etapas de este viaje están marcadas por el progreso en el amor; cuanto más ama el alma, más se sumerge en Dios y, por otro lado, el mismo Dios, al darse cuenta de su promesa, se hace cada vez más presente por gracia, invitándola a una amistad y una unión cada vez más íntima. [...]

El amor realiza el gran milagro: atrae a Dios al alma que lo ama y lo lanza a Dios; a través del amor, una criatura miserable se encuentra con su Creador y se une a él de una manera tan íntima y perfecta como para permanecer completamente transformada y divinizada. ¿Qué mayor regalo podría darnos Dios que crearnos en amor, infundir en nosotros amor, la gran fuerza capaz de unirnos con él? 

Coloquio: "Oh, amado Rey pacífico, deseado por todos los corazones generosos del cielo y la tierra, que con infinita dulzura me pides que te ame con todo mi corazón, con toda mi mente, con todas mis fuerzas, no desprecies mis suspiros y mis deseos.

"El Rey más querido, que vino al mundo a reinar en los corazones de los hombres con el más dulce imperio de caridad, déjame amarte con todo mi corazón y con toda la fuerza de mi mente. Haz, oh muy amado Señor, que no viva en mí, sino en ti, que eres mi vida, y que me transformes en ti a través del efecto del amor. Comunícame ese fuego muy dulce que arde en tu corazón y haz que en todas las cosas busque solo para ti, la verdadera paz y el centro de mi alma. De ti no quiero nada más que me enciendas con tu fuego eterno, que genera en mi corazón tanta preocupación por ti que día y noche siempre te busca a ti mismo; deja que esta solicitud me inspire a usar todas las cosas, a aprovechar todas las oportunidades y a inventar siempre nuevos medios para darte gusto y mover a todas las criaturas para que te sirvan. 

"Entra en mí, oh dulce Esposo de mi alma, oh, el corazón más ardiente y más deseoso de mi corazón, entra en tu casa como un Señor absoluto y gobierna imperiosamente con el poder de tu amor omnipotente. Hoy quisiera, oh magnífico Hijo de Dios, que te atrajera, y que mi alma se transformara en tuya y, después de eso, fueras mi alma, mi vida, el único consuelo de mi corazón afligido, mi alma, mi Alivio "(Ven. Giovanni di  GM, ocd). 


[Escrito de "Intimità Divina", por el padre Gabriele de Santa María Magdalena, publicado por el Monasterio de San José de los Carmelitas Descalzos de Roma, imprimatur: Vicetiae, 4 Martii 1967, + C. Fanton, Ep.us Aux.].

Visto en Cordialiter

domingo, 28 de abril de 2019

Pensamiento del día

Dijo también (Abba Pastor): «No hay mayor amor que dar la vida por el prójimo. Porque si uno al oír un insulto, pudiendo devolverlo, lucha, vence y no contesta, o si herido en alguna cosa lo lleva con paciencia, sin vengarse del que le ha ofendido, el que así obra, está dando su vida por su prójimo».

(De los apotegmas de los Padres del desierto)

miércoles, 24 de abril de 2019

El que quiera entender apresúrese a cumplir

“En aquel tiempo: Dos de los discípulos de Jesús iban el mismo día a una aldea que distaba de Jerusalén sesenta estadios, llamada Emaús…”  Del Evangelio según san Lucas (Lc.  Cap. 24, 13-35)


Homilía 23 sobre los Evangelios de san Gregorio, Papa:

I
Habéis oído hermanos carísimos, que se apareció el Señor a dos de sus discípulos que iban por el camino, no creyendo en él precisamente pero con todo hablando de él. Mas no se les manifestó de manera que pudiesen conocerle. Obró, por lo tanto, exteriormente el Señor respecto de los ojos corporales de ellos, conforme a lo que pasaba interiormente en ellos según los ojos del corazón. Porque ellos en su interior amaban y a la vez dudaban, y el Señor también en lo exterior por una parte les estaba presente, y por otra no mostraba quien era. Otorgó por consiguiente su presencia a los que de él hablaban pero ocultó a los que de él dudaban la figura que podía hacerles reconocer. 

II
En verdad les dirigió la palabra, les reprendió su dureza de entendimiento, les descubrió los misterios de las Sagradas Escrituras que a él se referían. Mas, como todavía en lo interior de sus corazones le era extraño con respecto a su fe, fingió ir más lejos. Empleamos la palabra fingir (fíngere) en el sentido de componer, dar forma, y en este sentido llamamos fíguli a los que dan forma a la arcilla. Nada, por lo mismo, hizo con doblez el que es pura verdad, sino que se presentó a sus ojos corporales, tal como estaba en su alma. Convenía por tanto, probarlos por si podían amarlo al menos como extraño, los que como a Dios no le amaban todavía. 

III
Pero como no podían ser extraños a la caridad los hombres que con la Verdad caminaba, le ofrecen hospitalidad. Mas ¿por qué decimos que le ofrecen, si escrito está allí que le obligaron? De este ejemplo podemos deducir que los peregrinos no sólo han de ser invitados a recibir hospitalidad sino que deben ser obligados por nuestra insistencia. Ponen, pues, la mesa, presentan pan y manjares, y en el partir el pan conocen a Dios a quien en la explicación de las Sagradas Escrituras no habían conocido. Al escuchar, por lo tanto, los preceptos de Dios, no fueron iluminados, pero sí lo fueron al cumplirlos, porque escrito está: “No son justos delante de Dios los oyentes de la ley, sino que serán justificados los que la observaren”. Por tanto, todo el que quiera entender lo que ha oído, apresúrese a poner por obra todo lo que ya ha podido oír.  He aquí que el Señor no es conocido mientras habla, y se digna ser reconocido cuando le sustentan. 

jueves, 18 de abril de 2019

Jueves Santo

San Agustín
Del tratado de san Agustín sobre el salmo 54:

1 - Escucha, oh Dios, mi oración, y no desprecies mi súplica; hazme caso y escúchame. Palabras son estas de quien está preocupado y afanoso en medio del sufrimiento. Su oración está llena de dolor, anhelando ser librado del mal; nos falta saber en qué mal se encuentra; y cuando empiece a decirlo, reconozcámonos también nosotros ahí, y así, participando de su tribulación, unámonos en la oración. Estoy entristecido en mi prueba y estoy turbado. ¿Por qué entristecido, por qué turbado? Por mi prueba, dice. Va a referirse a los hombres malvados que soporta, y llama prueba a los padecimientos causados por esos hombres. No penséis que no tiene sentido la presencia de los malos en este mundo, y que Dios no se sirve de ellos para ningún bien. Todo hombre malvado, o vive para que se corrija, o vive para que el bueno sea probado por medio de él. Ojalá que los que ahora nos están probando, se conviertan, y a nosotros nos prueben; ahora bien, mientras a nosotros nos están probando, no se nos ocurra odiarlos; porque no sabemos quién de ellos va a perseverar en su maldad hasta el final, y con frecuencia, cuando te parece que has odiado a un enemigo, no caes en la cuenta de que, a quien odias es a un hermano. Las santas Escrituras nos dicen que el diablo y sus ángeles están destinados al fuego eterno. Sólo de ellos hay que perder la esperanza de corrección; contra ellos sostenemos una lucha secreta, y para esa lucha nos proporciona las armas el Apóstol, cuando dice: Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, es decir, contra los hombres que estáis viendo, sino contra los príncipes, las potestades, y los dirigentes de este mundo de 
tinieblas. Y para que no creyéramos que al decir el mundo, quizá entendiéramos que los demonios son los que gobiernan el cielo y la tierra, dijo este mundo de tinieblas. Por mundo dio a entender el de los amantes del mundo; por mundo quiso decir el de los impíos y malvados; por mundo quiso decir aquel del que dice el evangelio: Y el mundo no lo conoció. Si el mundo no conoció la luz, puesto que la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron, las mismas tinieblas que no aceptaron la luz presente, reciben el nombre de mundo, y ellos, los demonios, son los rectores de estas tinieblas. Sobre estos rectores tenemos en la Escritura una sentencia taxativa de que no debemos esperar la conversión de ninguno de ellos. En cambio, de las tinieblas como tales, cuyos jefes son ellos, nos queda la duda de si los que eran tinieblas, quizá se conviertan en luz. Así dice el Apóstol a los que ya se han hecho fieles: En otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; en vosotros las tinieblas, en el Señor la luz. Por eso, hermanos, todos los malos, mientras son malos, ejercitan a los buenos. Escuchadlo más brevemente y comprendedlo. Si eres bueno, no tienes más enemigo que el malo. Ahora bien, tienes ya una norma prefijada, de que imites la bondad de tu Padre del cielo, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos. Porque no sólo tú tienes enemigos, como si Dios no los tuviera. Tú tienes como enemigo a alguien que fue creado contigo; pero él tiene a uno creado por él. Nos encontramos, de hecho, con frecuencia en la Escritura que los malvados e injustos son enemigos de Dios; y que los perdona aquel que de nada le puede 
acusar el enemigo, y contra quien todo enemigo peca de ingratitud, ya que de él ha recibido todo el bien que tiene. Y del malo también le sirve como misericordia al prójimo, cualquiera sea el sufrimiento que le aqueja. El sufrimiento le sirve para no ensoberbecerse; el sufrimiento le sirve para que con humildad reconozca al Altísimo. En cambio tú ¿qué le has dado a tu enemigo, que te hace sufrir, y a quien eres incapaz de tolerar? Si Dios tiene como enemigo a quien tanto le ha dado, y hace salir su sol sobre buenos y malos, y derrama la lluvia sobre justos e injustos, tú, que ni puedes hacer salir el sol, ni hacer llover sobre la tierra, ¿no puedes ofrecer ni una sola cosa a tu enemigo, para que puedas tener paz en la tierra, tú, hombre de buena voluntad? Por lo tanto, ya que se te prescribe esta regla de amor: que imitando al Padre ames a tu enemigo, pues él mismo dice: amad a vuestros enemigos ¿cómo te vas a ejercitar en este precepto, si no soportases a ningún enemigo? Ya ves cómo te trae algún beneficio. Y el hecho de que Dios perdona a los malos, te sirva para tener tú misericordia, ya que tú mismo, aunque seas bueno, puede ser que hayas sido antes malo; y si Dios no perdonase a los malos, tampoco tú te presentarías dando gracias. Que perdone, pues, a los demás quien te perdonó también a ti. No, no debes poner barreras en el camino de la misericordia, una vez que tú ya lo has pasado.

* * * * *
2 - ¿Cómo ora el que vive en medio de gente mala, y cuyas enemistades le ponían a prueba? ¿Qué dice? Estoy entristecido en mi prueba y estoy turbado. Al extender su amor hasta sus enemigos, se siente afectado por el hastío, por las enemistades de muchos, rodeado del odio de muchos; y su humana debilidad le hizo sucumbir. Vio que se le comenzaba a insinuar una maligna persuasión diabólica, induciéndole al odio contra los enemigos; y resistiendo al rencor para perfeccionar el mismo amor, en esa pelea, en esa lucha, se siente turbado. Su voz la encontramos también en otro salmo: Mi ojo se turbó por la ira. ¿Qué más sigue? He envejecido entre todos mis enemigos. Como en medio de una tempestad, y del oleaje, había comenzado a sumergirse, igual que Pedro. Porque el que ama a sus enemigos, camina sobre el oleaje de este mundo. Cristo caminaba valientemente sobre el mar: de su corazón no podía apartar en absoluto el amor al enemigo. Colgado en la cruz, decía: Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen. También Pedro quiso andar sobre las aguas. Cristo como cabeza, Pedro como su cuerpo; pues se le había dicho: Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Se le ordenó caminar, y lo hizo por gracia del mandante, no por sus posibilidades. Pero al ver un viento recio, tuvo miedo; y cuando comenzaba a hundirse, se turbó en su prueba. ¿Cuál era ese viento recio? Por la voz del enemigo y los sufrimientos provenientes del pecador. Así que lo mismo que Pedro gritó entre las olas: ¡Sálvame, Señor, que perezco!, la voz de este salmo se anticipó: Escucha, oh Dios, mi oración, y no desprecies mi súplica; hazme caso y escúchame. ¿Cuál es la causa? ¿Qué es lo que sufres? ¿De qué te lamentas? Estoy entristecido en mi prueba. Me colocaste entre los malos para ser probado, pero se levantó una excesiva multitud para mis fuerzas. Tranquiliza al turbado, alarga la mano al que se está sumergiendo: Estoy entristecido en mi prueba y estoy turbado por la voz del enemigo, y por la tribulación de los pecadores, puesto agolparon sobre mí iniquidad y en su ira me ha entenebrecido. Estás oyendo las olas y los vientos: lo ultrajan como a un hombre humillado, y él ora; se ensañan contra él por todas partes con estrepitosos insultos, pero él, en su intimidad, invoca a quien ellos no veían.

* * * * *
3 - Cuando el cristiano debe soportar una situación parecida, no debe arremeter con odio y a la ligera contra el que le hace sufrir, pretendiendo vencer al viento, sino volverse a la oración, para no perder el amor. No hay que tener miedo de lo que pueda hacer el enemigo. ¿Qué podrá hacer? Decirte muchas malas palabras, lanzarte ultrajes, ensañarse con insultos; y eso ¿a ti qué te importa? Estad alegres y contentos —dice Jesús— porque vuestra recompensa será grande en los cielos. En la tierra él amontona injurias, tú acumula tesoros en el cielo. Bien; que se ensañe más; podrá, sí, hacer algo peor; ¿quién va a estar más seguro que tú, a quien se dice: No temáis a los que matan el cuerpo, pero el alma no la pueden matar? ¿Qué será, pues, lo que hay que temer, cuando soportas al enemigo? Que se te afloje el amor con que amas al enemigo. En realidad ese enemigo, de carne y sangre, lo que
busca en ti es lo que ve. Pero hay otro enemigo escondido, el dueño de estas tinieblas, que tú tienes que soportar en la carne y en la sangre, y que va en busca de eso otro oculto que tienes, de arrebatarte tus tesoros interiores, y está tramando devastarlos. Así que pon ante tus ojos a estos dos enemigos; el uno es manifiesto, el otro oculto: el manifiesto es el hombre, el oculto el diablo. Ese hombre es como tú en cuanto a la naturaleza, aunque en cuanto a la fe y al amor, todavía no es como tú, pero podrá llegar a serlo. Al ser dos, a uno obsérvalo, y al otro trata de reconocerlo con la inteligencia; a uno ámalo, con el otro, ten cuidado. Porque el enemigo ese que ves, trata de rebajarte en aquello que él se siente vencido. Por ejemplo, si se siente superado por tus riquezas, quiere empobrecerte; si por tu honor, quiere humillarte; si es por tu valor, pretenderá hacerte débil; en una palabra, él está atento a arruinarte o arrebatarte aquello en lo que le aventajas. Y así mismo el enemigo oculto lo que quiere es privarte de aquello en que se siente vencido. Pues como hombre superarás al hombre en lo que te hace feliz; en cambio, como vences al diablo es con el amor al enemigo. Y lo mismo que el hombre está tramando quitarte, arrancarte o echar por tierra tu felicidad, en la que se siente superado, también el diablo busca la victoria privándote de aquello en lo que se siente derrotado. De ahí que debes mantener en tu corazón el amor al enemigo, y así vencerás al diablo. Ensáñese el hombre todo lo que le sea posible, que te quite todo lo que puede; si amas al que se ensaña abiertamente, queda vencido el que ocultamente se ensaña.

viernes, 12 de abril de 2019

Semejanza con Dios

De cómo el alma puede recobrar la semejanza con el esposo



De un sermón de san Bernardo de Claraval  (SCant 83,3-5)

Esta conformidad une al alma con el Verbo, cuando, siéndole ella semejante por su naturaleza, procura semejarse a Él por su voluntad, amándole como por Él es amada. Luego, si le ama perfectamente se desposa con Él. ¿Existe otra cosa más dulce que esta conformidad? ¿Algo más deseable que este amor que , no contentándose el alma con las instrucciones recibidas de los hombres, se acerca animosamente ella misma al Verbo, se adhiera fuertemente a Él, pregunte y consulte familiarmente sobre todas las cosas, de modo que la capacidad de su inteligencia es la medida de la audacia de sus deseos?  

Todo ello constituye un verdadero contrato de matrimonio espiritual y santo. Y aun me quede corto diciendo “contrato”, es abrazo. Abrazo, ciertamente, cuando un mismo querer, un mismo no querer, hace de dos espíritus uno solo. Y no es de temer la disparidad de las personas haga claudicar en algo la conveniencia de voluntades, porque el amor no entiende de respeto: Amor venerantiam nescit, o lo que es lo mismo, amor de amar, no de honrar. Honre, de buena manera, el que sienta horror, el que sienta estupor, el que teme, el que admira; todo eso está de más en el amante. El amor abunda para sí. El amor, cuando viene, traduce y cautiva en sí mismo todos los afectos. Por eso ama lo que ama y no sabe otra cosa.  

Él mismo (el Esposo), que merece ser honrado, excita la sorpresa y la admiración, pero ama más ser amado (…)

lunes, 8 de abril de 2019

Padre, perdónalos


Cuando el cojo aquel que se sentaba a la puerta se levantó a la voz de Pedro y caminó por su pie, de modo que los hombres se asombraron, Pedro les dijo que hizo eso no con su poder, sino con la fuerza de aquel a quien ellos asesinaron. 


Muchos, compungidos, dijeron: ¿Qué haremos? 

Se vieron, en efecto, ligados por el ingente crimen de impiedad, porque asesinaron a quien debieron venerar y adorar, y supusieron que esto era inexpiable. 

Grande era, en efecto, el delito cuya consideración los hacía desesperar; pero no debían desesperar esos por quienes el Señor, pendiente en la cruz, se dignó orar. 

Había dicho, en efecto: Padre, perdónalos, porque desconocen qué hacen. 

Veía, entre muchos extraños, a algunos suyos; pedía perdón para esos de quienes aún recibía injurias, pues se fijaba no en que moría a manos de ésos mismos, sino en que moría por ésos mismos. 

(San Agustín, del tratado 31 sobre san Juan)

martes, 2 de abril de 2019

"Salesianizar" el movimiento católico tradicional

Reposteamos esta vieja entrada de Cordialiter, reproducida por muchos en su momento, pues creemos que no ha perdido en nada su razón de ser. 

* * * * *

Para atraer a las almas a la Tradición Católica, es necesario que aquellos soldados dentro del “movimiento tradicional” incrementen sus esfuerzos para imitar el estilo apostólico de San Francisco de Sales basado en la humildad hacia Dios y en la bondad hacia el prójimo.

Desafortunadamente, existen no pocos tradicionalistas que exhiben un comportamiento que es duro,
ácido y severo, que ahuyenta a las almas de la Tradición. Por ejemplo, me contaron que algunas monjas apegadas a la Misa Tridentina fueron muy críticas de las conversaciones de su ex-priora, porque ella mostraba una actitud misericordiosa cuando hablaba con los pecadores. La verdadera misericordia no es la de los Modernistas, aquellos que justifican los actos pecaminosos, sino más bien la de aquellos verdaderos seguidores de Jesucristo, como San Francisco de Sales y San Leopoldo Mandic, quienes con dulce bondad lograron convencer almas a poner fin a sus apegos al pecado y reconciliarse con Dios. Si hubieran utilizado formas severas de tratar con estas almas de una manera poco caritativa, habrían tenido grandes dificultades para convertirlos.

El espíritu de bondad viene de Dios mismo. El alma que ama a Dios, ama también a todos los que son amados por Dios. Y entonces él con mucho gusto busca a todos aquellos que necesitan socorro, consuelo, y elevación espiritual, en la medida de lo posible. San Francisco de Sales dice: “La humildad apacible es la virtud de las virtudes que Dios encomendó a nosotros tanto; porque tenemos que practicarla siempre y en todas partes”.

Esta bondad necesita ser puesta en práctica, especialmente con los pobres, aquellos que ordinariamente, porque son pobres, son tratados duramente por los hombres. Necesita ser puesta en práctica también con los que están enfermos, aquellos que padecen de enfermedades, y están en su mayor parte no muy ayudados por otros. De manera especial esta bondad debe ser puesta en práctica en los encuentros con nuestros enemigos. “Vencer el mal con el bien” (Romanos 12:21). El odio debe ser conquistado por el amor, y la persecución con la bondad. Esto es lo que los santos han hecho siempre. No hay nada que edifique un vecino más que tratarlo con amabilidad verdaderamente caritativa. Los santos tenían continuamente una sonrisa en sus labios, y su rostro respiraba bondad en sus palabras y acciones.

El Superior debería utilizar tanta amabilidad como sea posible con aquellos que se le han encomendado. San Vicente de Paúl solía decir que no hay mejor manera de ser obedecido que mediante el uso de la bondad. Incluso en señalar los defectos, el Superior debería utilizar palabras amables. Una manera de reprender a alguien es hacerlo muy fuertemente; la otra forma es reprender con dureza. Hay momentos en que uno tiene que reprender a alguien enérgicamente, cuando el pecado es grave y especialmente cuando el pecado es habitual. Pero uno debe evitar reprender con dureza e ira, porque quien reprende con ira hace más daño que bien. Si en alguna rara ocasión, pudiera ser necesario el uso de un lenguaje duro para hacer a la persona entender la gravedad de su pecado, al final es necesario dejarlo con “buen sabor de boca “, con unas palabras de bondad. Y cuando sucede que la persona que tiene que ser corregida se enoja, uno tiene que parar la conversación por un momento y esperar a que la ira de la persona disminuya. De lo contrario, se tornará más y más irritada y ofendida.

Oh, ¡cuánto más podemos lograr con bondad que con amargura! La afabilidad, el amor y la humildad: estos son los que capturan los corazones de los hombres.

[Fuente: Cordialiter, en Italiano. Traducción de Rorate – Traducción española por Eduardo Alfaro, Adelante la Fe - Artículo original, Posteado por Richard Cipolla].