"De hecho, los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios, ni innovadores, son tradicionalistas" (Papa san Pío X)

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martes, 16 de abril de 2019

El Amor a Dios (Martes Santo)

De un sermón de san Bernardo de Claraval (Var 29):

No améis al mundo ni lo que hay en él. Si alguno ama el mundo, el amor del Padre no esta en él. Porque todo lo que hay en el mundo, las pasiones carnales, el ansia de las cosas y la arrogancia, no provienen del Padre sino del mundo (1 Jn. 2,15-16). Así, pues, ¿existe algo que proceda del Padre y pueda suplir estas otras cosas? Sin duda alguna, y mucho más dulce y digno de amar que aquello otro. Pero no se debe confiar a los siervos y menos aun a los enemigos, porque ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad de Dios? El que quiere ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios (Sant. 4,4). Solamente a los amigos se les da esa confianza y se les dice: todo lo que el Padre tiene es mío, por eso os he dicho que recibe de lo mío y os lo anunciará (1 Jn. 16,15).

Dice san Gregorio que el amor es fuente de sabiduría. Así es, existe un triple amor capaz de excluir esas tres cosas que no proceden del Padre. Y a mi parecer, ese es el motivo de que se le pregunte tres veces a Pedro: ¿Me amas, me amas, me amas? Y tal vez esté incluido en aquel precepto de la ley: Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas (Dt. 6,5). Es decir, ámalo con ternura y entrañablemente, ámalo con prudencia, ámalo en gran medida.  El amor del corazón tiene cierta semejanza con el amor carnal, ya que el centro de nuestros impulsos afectivos está en el corazón.  El alma evoca una realidad más elevada, considerada como la sede de la sabiduría. Parece, pues, muy justo que se le pida amar con prudencia a Dios. 

Lo que hemos denominado amor afectivo del corazón fluye, en gran manera, con el recuerdo de la encarnación de Cristo y de todos los misterios de su vida terrena, sobre todo con el de la Pasión.